Muces es el festival que muestra todas las cintas de los Premiso Lux, y como no a estas alturas ya la ganadora que no es otra que Sámi Blood, donde la marginación y la intolerancia son los pilares de los que arranca para contar una historia sincera.
Sami Blood de Amanda Kernell
Sami Blood de Amanda Kernell es el vivo ejemplo de saber si se puede o no huir de los orígenes, de lo que se inculcó desde sus raíces pero también desde de lo que la sociedad marca en sí, día a día, poniendo límites físicos y emocionales a las personas.
Elle_Marja a sus 78 años regresa a Laponia, a su tierra natal. Al llegar sus recuerdos se trasladan a la etapa del comienzo de su adolescencia, 14 años, que junto a su familia cuidaba renos, pero también sufría el racismo existente en los pasados años 30. En el internado donde se encontraba tampoco se libraba de la marginación y por ello comenzó a soñar con una vida de libertad, rompiendo con las reglas de su cultura y su propia familia.
Es una película que reivindica el no medir por forma si no por las etiquetas impuestas por las personas y el clasismo social. Los flashback funcionan a la perfección, creando una buena atmósfera de intriga, parece que comienza con una historia de egoísmo y pudiera interpretarse de materialismo pero deriva y encaja en una vida de superación, de autoestima después de unas imágenes que sin llegar a sin crueles resultan de una gran bajeza humana.
El guion vaga por los derroteros de la inocencia propia de la edad y las ganas de volar, no solo por aprender si no por dejar atrás la marginación y la represión. Muestra por otra parte como quién respeta las costumbres que no siempre pudieran ser las lógicas pero si hay que respetarlas ya que si no también se entraría en la intolerancia, como por momentos pasa en la cinta.
Un desarrollo minucioso, que se deleita en los pequeños detalles, buscando las aristas emocionales de cada uno de los protagonistas aunque se centre principalmente en la actriz principal, siendo el eje central como si de un observatorio se tratase.
Corn Island de George Ovashvili
La jornada del día 20 se ha encontrado plagada de propuestas que reivindican la libertad de la persona. Corn Island que lamentablemente se estrenó en nuestro país con poca repercusión, siendo una cinta que embauca con su fotografía, hipnótica por momentos y con una historia profunda y sincera de como las guerras destruyen, pero también crean buenas obras y personas.
Su director George Ovashvili nos narra una historia de supervivencia durante una guerra, donde las catástrofes medioambientales también marcan y sobre todo como la lucha interior de una persona también es una guerra que se ha de lidiar.
Las diferencias entre Georgia y la parte separatista de Abjasia no cesan desde la guerra que los enfrentó a finales de los noventa. El rio Enguri, que les separa, cada primavera trae fertilidad a la zona, ya que crea diminutas islas que sirven para sacar adelante cosechas. Ahora un abuelo y su nieta aprovechan esos días para ganar un dinero, pero la guerra no les dejará de lado y él tendrá que salvaguardar su vida y la de su nieta, porque la barbarie no respeta edades.
La cinta se encuentra en la sección de cine y paisajismo y no es de extrañar, una fotografía minuciosa, en la que se recrea para sacar partido a cada detalle y hacernos partícipes de los pequeños cambios que nos dan grandes detalles.
Verano 1993 de Carla Simón
Como propuesta española está Verano 1993, que será nuestra representante en la carrera a los Óscars, Carla Simón, su directora ha debutado en la gran pantalla a lo grande, con una cinta intimista, sobria y con una perspectiva personal que hace que lo contado sea mucho más veraz.
Verano 1993 son los días que la directora tiene en su memoria de su infancia, de lo que sucedió después del fallecimiento de su madre y como tuvo en enfrentarse a los tabúes sociales de la época, por una enfermedad que ni siquiera ella sufría, pero que muchos lo dudaron.
La película es sencilla, no necesita florituras para contarnos la humanidad que se necesita para afrontar diferentes dificultades, y como la intolerancia sobrevuela por encima de cada uno de nosotros sin medir la edad ni los hechos. Una historia.
Posee dos grandes hándicaps para captar la mirada del espectador, la sencillez de exposición de los hechos, la naturalidad en las interpretaciones y en la ambientación recreada de la época, pero sobre todo las actuaciones de las dos niñas que cautivan en cada mirada, en cada frase, dando lecciones en cada momento, incluso con sus equivocaciones.
Verano 1993 ha tenido una gran acogida en nuestras carteleras, está recorriendo toda la geografía española por muchísimos festivales, no en vano ha sido elegida por los académicos para que nos represente en los Óscars.