Puntuación:
Curioso largometraje con la discapacidad intelectual como telón de fondo que triunfa en los momentos cómicos y fracasa cuando abraza abiertamente la sensiblería y el drama.
Javier Fesser se ha convertido en un cineasta singular dentro del cine español. Su humor, cercano al de los tebeos de la desaparecida editorial Bruguera, ha dado lugar a joyas como los espléndidos cortos Aquel ritmillo y El secdleto de la tlompeta, o una divertidísima comedia casi surrealista como El milagro de P. Tinto.
Por otra parte, el realizador de La gran aventura de Mortadelo y Filemón dio un giro hacia territorios más dramáticos con la premiadísima Camino, la historia de una niña enferma de cáncer que tiene visiones místicas.
Ambas facetas del cineasta se dan cita en Campeones, su quinto largometraje de ficción.
Crítica de Campeones
En esta ocasión nos encontramos con la historia de redención de un segundo entrenador de un gran equipo de baloncesto que se ve obligado a preparar a un grupo de discapacitados intelectuales en medio de una crisis profesional y personal.
Fesser mezcla el drama de superación con elementos cómicos en un cóctel que solamente funciona cuando provoca la risa. El cineasta madrileño subraya en demasiadas ocasiones el mensaje en forma de moraleja y cae en el sentimentalismo en numerosas otras.
Por otra parte, el trauma del protagonista, un hombre bajito que paradójicamente ha triunfado en un deporte de altos, y su miedo a la paternidad no va más allá del mero tópico. A todo ello hay que añadir el uso un tanto excesivo de la grandilocuente banda sonora compuesta por Rafael Arnau, especialmente evidente en el partido final que juegan los personajes principales.
Por el contrario, Campeones vuelve a evidenciar la habilidad de Fesser para el gag. Las divertidas peripecias en las que se ven envueltos los miembros del peculiar equipo y los aprietos que ponen a su entrenador son lo mejor de la función.
El firmante de La sorpresa sabe reírse con sus personajes en vez de cachondearse de ellos, un aspecto que denota al gran humanista que se esconde tras su faceta como director.
De la misma manera resulta destacable el trabajo del casi siempre espléndido Javier Gutiérrez, en un personaje de hombre a la deriva que recibe una particular enseñanza vital y un acertado grupo de intérpretes que dan vida a los jugadores de ese equipo especial que supera con humor y mucho ánimo las limitaciones de cada uno de sus
miembros.