Puntuación:
Monótona precuela de la saga iniciada por el director James DeMonaco que naufraga en sus pretensiones de crítica política de la era Trump.
The Purge: la noche de las bestias se convirtió en un éxito sorpresa de la taquilla internacional gracias a su mezcla de ingredientes propios de la home invasion con otros típicos de las películas apocalípticas. Estos últimos eran los más novedosos: el filme transcurría durante una velada anual donde los crímenes de cualquier tipo quedaban impunes. La excusa era liberar los bajos instintos de la población para evitar males mayores el resto del año.
El éxito propició una continuación que abandonaba el espacio único para mostrarnos lo que ocurría en unas calles sumidas en el caos y la violencia. La cinta se acercaba así al espíritu de dos clásicos firmados por John Carpenter: Asalto a la comisaria del distrito 13 y 1997: Rescate en Nueva York. La saga fue tomando también cierto cariz político, mostrando la noche sangrienta como una particular práctica eugenésica que permitía eliminar los elementos más débiles e incómodos de la sociedad.
La primera purga: la noche de las bestias, precuela de la primera entrega y cuarto largometraje de la franquicia, reúne casi todos los ingredientes de sus inmediatas predecesoras, aunque nos muestre cómo se inició la peculiar práctica en el barrio neoyorquino de Staten Island. Las comunidades afroamericana y latina serán las principales víctimas de una medida gubernamental que tiene oscuros propósitos de exterminio social.
Gerard McMurray, autor de la poco conocida Código de silencio, sustituye por primera vez como director al creador de la serie, James DeMonaco, que aquí se limita a firmar el guion. Su labor es simplemente artesanal, aunque mejora algo la nefasta puesta en escena de la anterior, Election. La noche de las bestias, que más parecía una producción destinada al mercado doméstico que una película para la gran pantalla.
La cinta continúa con el mensaje político de aquella, aunque vuelva a caer en la obviedad al subrayar su discurso en unos diálogos en exceso explícitos. Queda, eso sí, un producto que pretende por todos los medios reflejar el espíritu de la blaxploitation y el cine apocalíptico de bajo presupuesto de los años setenta y ochenta, pero que no aporta demasiado respecto a sus modelos. Por otra parte, malgasta el talento de una actriz como Marisa Tomei, que hace lo que puede con un mal perfilado personaje de creadora de la sangrienta noche.
Quizá lo más curioso de La primera purga: La noche de las bestias sea que convierte a un traficante de drogas en el gran héroe, aunque no termine de sacar todo su jugo a esta idea ingeniosa.