Puntuación:
Espectacular entrega de la franquicia que tiene su particular talón de Aquiles en un excesivo alargamiento de los momentos más adrenalínicos.
La franquicia Misión imposible ha conseguido una hazaña poco habitual. Nació casi siendo una respuesta televisiva a las películas de James Bond y ha logrado competir en popularidad con su modelo en su paso al cine. Gran parte del éxito se debe a su estrella protagonista: Tom Cruise, que ha convertido a Ethan Hunt en uno de sus personajes más icónicos.
No obstante, quizá sorprenda que la saga haya logrado reinventarse desde Misión imposible: Protocolo fantasma, su cuarta entrega. Misión imposible: Nación Secreta, su continuación, fue un verdadero hito y Misión imposible: Fallout no hace si no confirmar que nos encontramos ante una de las series de largometrajes de acción con mejor salud.
Christopher McQuarrie, que ya asumió las labores de dirección y guion en la anterior cinta, no elude los ingredientes habituales de la franquicia: acción espectacular, inesperados giros de guion, guiños al original catódico, elementos románticos y los propios de un filme de espionaje internacional. Como en los episodios previos, Hunt se verá en la tesitura de elegir entre su labor como agente secreto que tiene que salvar al mundo de unos malísimos villanos que pretenden destruirlo y la lealtad a sus compañeros de trabajo y a las mujeres que ama.
El filme ofrece lo que se pide de este tipo de productos: persecuciones y peleas trepidantes rodadas con profesionalidad y gran cantidad de medios. Sin embargo, el guion está menos cuidado que en Misión imposible: Nación secreta y la película funciona casi como una mera acumulación de momentos espectaculares alargados en exceso hasta unas abusivas dos horas y media de duración. Se echa de menos que el personaje de Rebecca Ferguson, la espía por la que se sentía atraído Hunt, pierda algo de protagonismo y el conjunto sea menos fluido que su precedente.
Tom Cruise vuelve a convencer como espía inteligente y leal con sus compañeros, mientras que el marmóreo Henry Cavill, en el papel de su principal oponente, demuestra que es poco más que una estrella de cine con un físico rotundo.
En definitiva, Misión imposible: Fallout es el perfecto blockbuster veraniego, aunque su libreto esté menos cuidado que la cinta que le precedió y su trama se encuentre demasiado estirada.