Puntuación:
Desmayada distopía juvenil que no contiene la más mínima gota de originalidad.
Las distopías se han convertido en el subgénero más comercial del cine juvenil de la última década. El éxito de las franquicias Los juegos del hambre o Divergente han sido el modelo de otras muchas ficciones que se adaptan casi a un esquema más o menos común. En la mayoría de ellas nos encontramos con adaptaciones de exitosas sagas literarias ambientadas en un mundo posapocalíptico donde una adolescente, generalmente una chica, se enfrentará al poder establecido para salvar a la Humanidad de su tiránico dominio. Este tipo de productos combinan de manera más o menos precisa elementos de ciencia-ficción, thriller y drama romántico en una fórmula que no siempre ha dado los resultados comerciales previstos.
Mentes poderosas se suma a este nutrido grupo. Al igual que sus predecesoras nos encontramos ante la versión cinematográfica de una serie de libros, en este caso escritos por Alexandra Bracken, una autora especializada en bestsellers juveniles. A los ingredientes habituales en la distopía adolescente se han añadido algunos elementos de los tebeos de Los Nuevos mutantes y otros prestados de Días del futuro pasado, una de las más famosas aventuras de los X-Men. Así nos encontramos con un mundo donde la mayoría de los menores de edad ha fallecido y los que han sobrevivido han desarrollado extraordinarios poderes. Los adultos, temerosos de sus habilidades, han decidido separarlos de la sociedad. Una chica con magníficas facultades se rebelará contra esta situación.
A la escasez de verdaderas ideas propias de Mentes poderosas hay que sumar la falta de auténtica tensión. Jennifer Yuh Nelson, la responsable de dos secuelas de Kung Fu Panda, ofrece una película plana donde ninguno de los supuestos giros funciona. Nada resulta sorprendente y todo está mostrado con una ausencia de intensidad. Ni siquiera el drama que supone para los chavales desprenderse de sus progenitores está plasmado con la más mínima convicción. A ello hay que añadir algunas licencias narrativas que provocarán la incredulidad de un público al que el filme puede parecerle extrañamente familiar.
Por si fuera poco, el personaje principal resulta demasiado blando como para ser atractivo. Tampoco ayuda demasiado la interpretación de la joven Amandla Stenberg, incapaz de inyectarle la energía necesaria a la heroína de la ficción.
En definitiva, Mentes poderosas deja al descubierto demasiadas veces su carácter de producto de laboratorio facturado con solvencia técnica, pero excesivamente pendiente en agradar a una audiencia que ya ha saboreado platos cinematográficos más entretenidos que éste.