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Un notable retrato de una mujer a la deriva que se convierte en la mejor película de Jonás Trueba hasta la fecha.
Jonás Trueba ha ido poco a poco construyéndose un estilo cimentado en las influencias ajenas que tiene como empedernido cinéfilo. Todas las canciones hablan de mí, su ópera prima como director, dejaba constancia de su amor por el cine galo y Woody Allen, pero era todavía una obra demasiado pendiente de sus evidentes referencias. A partir de Los ilusos, el cineasta ha ido interiorizando sus gustos para crear un estilo personal que no olvida, sin embargo, el que quizá sea una principal inspiración: la nouvellle vague francesa.
La virgen de agosto, la historia de una mujer de 33 años que vaga en verano por las calles de la ciudad de España en busca de un sentido para su desnortada vida, no es una excepción. Algunos pueden encontrar referencias a dos películas francesas de los sesenta que retrataban a mujeres jóvenes, como Cléo de 5 a 7, una de las obras maestras de Agnès Varda, o Vivir su vida, uno de los títulos más recordados de Jean Luc-Godard. También es evidente la influencia de Éric Rohmer, o del pintor Pierre-Auguste Renoir y su hijo, el cineasta Jean Renoir, presente en la belleza y la serenidad que destilan las escenas que ocurren al lado del río, un elemento recurrente en la obra de los dos artistas franceses.
No obstante, a pesar de intentar captar la frescura y vitalidad de sus referentes, Jonás Trueba no desdeña el toque castizo que encontramos en ese retrato de una ciudad que deja su papel de agitada metrópoli por unos días para convertirse por unos días en un pueblo relativamente tranquilo donde se celebran sus ancestrales fiestas patronales. El realizador español no pretende convertir a la capital de España en París, aunque la capte de una muy bella, fotografiando de manera muy bella su centro histórico y captando a la perfección la luminosidad de sus días estivales y el bullicio de sus noches de fiesta.
En medio de este paisaje, Eva, su protagonista, parece dispuesta a darle un sentido a su existencia en ese tiempo donde la ciudad donde vive decide dejar un lado la locura de su habitual día a día. Trueba la capta a la deriva, reencontrándose con antiguos amantes, conociendo a nuevos amigos y restableciendo viejas amistades que parecían perdidas. El autor de La reconquista capta perfectamente el desconcierto de los primeros treinta, cuando la primera juventud ha quedado atrás y la etapa adulta ya no puede esperar más. Lo hace con la complicidad de una luminosa Itsaso Arana, coautora del guion. La intérprete capta perfectamente la ingenuidad de su personaje, su inseguridad y su falta de rumbo vital. Sin su estupendo trabajo, La virgen de agosto quizá no brillara tanto.
No obstante, a pesar de encontrarnos ante su mejor trabajo, la película se resiente de cierta pedantería, un elemento casi consustancial a la obra de su autor, y alguna reiteración que, sin embargo, no son óbice para considerarla como una de las mejores películas españolas de 2019.