Puntuación:
...hay que entender al director, hay que rebuscar en su mente. Comprenderlo. Tanto sus genialidades como sus locuras. Es entonces cuando empiezas a vislumbrar el valor y la belleza peculiar de su creación.
Se puede aprender más observando e intentando comprender un solo lienzo que ojeando 1000 cuadros como el que pasea entre los escaparates de una calle comercial. He conocido individuos que por recorrer el Museo del Prado en una mañana, se han sentido legitimados para opinar después en reuniones como verdaderos expertos en arte. Y es que el arte es así. No pone límites al que lo observa. El límite depende del observador. De la profundidad de su mirada y sus deseos de entender lo que ve.

El cine es arte y se rige por las mismas reglas. Da igual las películas que hayas visto,veas o veras en tu vida. Si no se profundiza, es bastante dificil comprender la verdadera belleza que se esconde detrás de toda obra. Tarantino te obliga a observar detalladamente sus creaciones o, de lo contrario, lo normal es caer en la frivolidad al opinar sobre sus trabajos.
Se requiere voluntad por entender su cine, hay que entender al director, hay que rebuscar en su mente. Comprenderlo. Tanto sus genialidades como sus locuras. Es entonces cuando empiezas a vislumbrar el valor y la belleza peculiar de su creación.

Está obra de Tarantino es, como todo lo que crea,( y si se me permite la comparativa) lo más parecido a “El jardín de las delicias” de El Bosco. No es una obra común y no se encuentran muchas similitudes con lo “normal”. Tienes que sentarte delante y mirarla sin prisas. Observarla. Estudiar el decorado, la época y el tiempo de cada escena, cada personaje por separado y en su subconjunto, los colores, la profundidad,…no hay nada banal que esté ahí sin motivo. Todo tiene una función y es su conjunto lo último que se analiza. Es entonces cuando, con suerte, empiezas a comprender que tienes delante una verdadera obra maestra. No porque lo digan los “entendidos”. Sino porque has conseguido sumergirte en la mente del genio cuando la concibió.
Tampoco puedes sentarte en la butaca simplemente porque tu actor favorito trabaja en la pelicula. Lo mismo que no vas a ver “los tulipanes” de Van Gogh simplemente porque te gusten las flores. Tú actor favorito puede que incluso sea el “color” predominante pero es una simple herramienta para una creación que está por encima del individuo.

Muchos espectadores, más o menos amantes del cine e incluso críticos de este arte pasan por la sala donde se expone la obra de Quentin Tarantino con prisas de sacar conclusiones. Algo que se genera con la primera sensación que obtienen al compararla inconscientemente con el resto de obras que conocen. Y no los culpo. Yo me incluyo. En muchas de las ocasiones que piso una sala, cuando salgo del cine ya tengo una opinión bastante formada. En la mayoría de las ocasiones te lo ponen fácil para no equivocarse. Y pasamos a otra cosa.
Hacerlo con Tarantino roza la falta de respeto. Tarantino siempre ha creado obras complejas y difíciles de clasificar. Sus condiciones no las impone la industria. Siempre ha llevado a la pantalla sus sueños y pesadillas tal y como las sueña.
Te gustará o no, pero no es justo que se critique su obra a la ligera sin quitarnos las gafas de “lo correcto y esperado” . Le ruego que se siente delante de su obra con la mente limpia de conceptos prefabricados. Los caramelos no se muerden. Se saborean lentamente para que la sensación en la boca dure lo máximo posible.

Y se preguntarán;
- “Si, vale pero…ahora me vas a contar que tal los actores o el guión o algo referente a si vale mi pasta y debo ir a verla al cine o no…¿No?…”
Vamos. Lo típico de cualquier crítica de cine…
Pues no. No voy a contar ni un ápice. Cualquier comentario o análisis es, según mi opinión, hacer spoilers de tal vez la mejor pelicula de Tarantino hasta la fecha. Y mi gesto de respeto y homenaje es no contar nada de nada a nadie. Va Usted y la ve. La observa. La disfruta…
…y ya si eso…después hablamos.
Me encanta que existan valientes/locos/genios como Tarantino. El cine necesita de él tanto como Tarantino necesita del cine.
Una Crítica de Francisco Pelayo.