Puntuación:
Una interesante y osada visión del villano de la editorial DC que se cree más importante de lo que realmente es.
Hollywood parece empeñado en darle un marcado tono adulto a las adaptaciones de los cómics de superhéroes. Desde que Christopher Nolan decidiera imponer su particular tono oscuro a Batman muchos han sido los que han intentado sublimar lo que en principio eran simples historias para niños y adolescentes.

Todd Phillips, el director de la trilogía de comedias iniciada con Resacón en Las Vegas, pretende seguir la senda de esas películas protagonizadas por el Hombre Murciélago con Joker, nueva versión del villano que se convirtió en el más famoso contrincante del mítico héroe enmascarado de la editorial DC.
El director, con ayuda del guionista Scott Silver, convierten la película en un particular homenaje a Taxi Driver, una de las obras maestras de Martin Scorsese. El Nueva York degradado del mítico largometraje de los setenta tiene su particular reflejo en una Gotham sucia y oscura que parece una suerte de infierno sobre la Tierra.

El loco protagonista, al que da vida el siempre excesivo Joaquin Phoenix, tiene también bastante del solitario y transtornado Travis Bickle que se tomaba la justicia por su mano en la célebre cinta con guion de Paul Schrader. No obstante, aquí se le suma un particular complejo de Edipo que parece sacado de Psicósis, uno de los grandes títulos de Alfred Hitchcock, y las ambiciones de ser comediante que recuerdan en gran parte a uno de las cintas menos famosas de Scorsese: El rey de la comedia. Por si fuera pocas las deudas con el gran director norteamericano, la cinta tiene en su reparto a Robert De Niro, uno de los actores fetiche del firmante de Toro salvaje.
Sin embargo, la película no se limita a ser una simple suma de referencias para cuestionar en cierta medida la figura de los superhéroes y el triunfador en el mundo capitalista. No es casualidad que Thomas Wayne, el padre de Batman, sea mostrado como un tipo rico que considera que los pobres se merecen serlo por sus equivocadas decisiones. A la vez, simboliza un poder establecido injusto que es precisamente el que los superhéroes pretenden defender. En este panorama, Joker aparece con su particular sangriento anarquismo como el legítimo portavoz de las clases bajas y oprimidas. El tono revolucionario puede sorprender a algunos, aunque no sea más que el reverso de la saga The Purge.

En resumen, Joker es un estupendo vehículo para las capacidades como histrión de Joaquin Phoenix, que aquí disfruta con un personaje que exige exceso gestual, pero que no sorprende con su discurso político, menos audaz de lo que pretende. Por otra parte, como ocurre en gran parte del cine estadounidense reciente subraya demasiado su mensaje y cae en excesivas reiteraciones. El resultado es un filme interesante y osado, pero que se cree más importante de lo que realmente es.