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Mujercitas de Greta Gerwig lleno de flashbacks, por los cuáles no se resiente, vuelve a narrarnos esa historia que encajada en una época, se podría extrapolar a la actual, a la necesidad de la libertad individual, a la búsqueda de los sueños, pero al mismo tiempo a mantener la unión familiar por medio de valores y de cánones como son la solidaridad, respeto y la comprensión.
Volver a adaptar a la gran pantalla una novela de hace 150 años, Mujercitas de Louisa May Alcott, y que ya ha sido llevada al cine y a la televisión en distintas ocasiones, es muy arriesgado. Hay que imprimir en imagen el tono clásico del relato original, pero sobre todo en los diálogos, que en muchas ocasiones son los que más fallan.
Greta Gerwig consigue ese tono y la forma de la época, dotando a cada una de las protagonistas una mirada diferente tal y como en el libro, y aquí queriendo y sin querer, al igual que el libro, se marca un alegato feminista sin alzar la voz, pero sí la fuerza de la búsqueda de la independencia y el reconocimiento pese a su época.
Amy, Jo, Beth y Meg son cuatro hermanas en plena adolescencia que viven con su madre, y ahora sin su figura paterna, ya que se encuentra en el ejército en la Guerra Civil Americana. Cada una de ellas tenía un sueño, que con el tiempo ha ido cambiando, pero con la intención de mejorar en la vida respetando lo que les han inculcado desde la infancia, la humildad y la sencillez, valores que vieron desde la cuna.

Mujercitas de Greta Gerwig lleno de flashbacks, por los cuáles no se resiente, vuelve a narrarnos esa historia que encajada en una época, se podría extrapolar a la actual, a la necesidad de la libertad individual, a la búsqueda de los sueños, pero al mismo tiempo a mantener la unión familiar por medio de valores y de cánones como son la solidaridad, respeto y la comprensión.
El papel de Timothée Chalamet ese rico acomodado, y que parece que no sabe lo que quiere, parece haberse quedado encajado en la interpretación de Día de lluvia en Nueva York.

Ambos papeles tienen mucho en común, pero aquí el actor está con un punto más sosegado, bajado de revoluciones, como requiere la cinta, y congenia a la perfección en todas las secuencias que tiene que realizar con Florence Pugh y Saoirse Ronan, dos puntales fundamentales de la obra, siendo el eje para que viren las cuatro hermanas, ya que ellas dos son el contrapunto total.
En Mujercitas hay que destacar la música, de Alexandre Desplat, que conjuga con el entorno visual y hace un calado emocional importante. Pero también hay que decir que por momentos la directora pierde el hilo en cuanto a montaje y detalles, y en alguna secuencia con los giros que realiza de tiempo y espacio nos deja escenas con detalles poco creíbles y que desmerecen parte del conjunto total de la cinta.
