miércoles , enero 22 2025

Entrevista a Pablo Barce por El nadador: Queríamos posicionarnos en el lado del emigrante, de la persona que está dejando atrás toda una vida

Pablo Barce está nominado en los Premios Goya en su 34 edición  a Mejor cortometraje de Ficción con El nadador, hace unos días ya se alzó con el premio al mejor cortometraje en los Premio Forqué. Ahora días previos a la gala, hemos tenido la posibilidad de entrevistarle.

¿Desde cuándo supiste que te querías dedicar al mundo audiovisual?

El germen está en mis padres, que me han llevado al cine desde que tengo cinco años. Mi padre es muy cinéfilo y, por ello, siempre se preocupó de tener en casa lo último en cuanto a sistemas domésticos: VHS, DVD… ¡Tuvimos hasta LaserDisc! Y claro, los fines de semana solíamos hacer visitas largas al videoclub y maratones de cine en casa. También trasteamos con una cámara casera e hicimos nuestros primeros pinitos con una revisión gore de “Pinocho”. Mi hermano y yo éramos los protagonistas de una historia de terror en la que los muñecos de nuestro cuarto cobraban vida y uno de ellos cometía un crimen. Mi padre hizo una «Toy Story” bastante truculenta antes incluso de que se estrenara la de Pixar, ahora que lo pienso.

Creo que lo que estudié después era lo natural: entré en la carrera de Comunicación Audiovisual con el cine en mente y, ya después, me fui a Madrid para hacer un master con la ECAM en el punto de mira.

¿Cómo decides pasar de montador a hacer tu propio trabajo?

La idea de dirigir ya me rondaba la cabeza desde la época universitaria, pero cuando escogí especializarme en montaje lo aparqué hasta que, terminando la diplomatura, surgió la oportunidad de desarrollar un proyecto. Era una posibilidad vaga, pero provocó que empezara a comentarla con mis compañeros de promoción para contar con ellos en cuanto se pusiera en marcha. El paso definitivo lo di cuando trabajaba en el montaje de un documental en Dexiderius, la productora que me acogió al salir de la escuela. No sé si fue por la confianza que César Martínez Herrada y Pedro García Ríos me han brindado desde el primer día, pero me atreví a presentarles el guion y lo vieron con muy buenos ojos. Siempre digo que César tuvo el atrevimiento de decirme que sí a prácticamente todo, a pesar del lío en el que nos estábamos metiéndo.

Este trabajo es junto con Sergio Barce, tu padre, ¿cómo ha sido ese trabajo conjunto en guion?

Lo cierto es que ha sido muy fácil trabajar junto a él, ya que estaba abierto a cualquier propuesta. Partíamos de su relato corto, una historia que –a mi gusto– está muy bien escrita porque consigue, con pocas palabras, transmitir las emociones y sensaciones que tiene una persona que se juega la vida persiguiendo un ideal y que, por el camino, se da cuenta de lo que está dejando atrás. El reto estaba en trasladar a lenguaje cinematográfico todo aquello, y para conseguirlo tuvimos que añadir personajes y secuencias que no aparecen en el texto original. El primer acercamiento lo hice yo por mi cuenta y, después, empezamos a compartir versiones y notas para ir dando forma al guion. Lo curioso es que, una vez rodamos el corto, mi padre no quiso saber qué pasaba en montaje y lo dejó en mis manos. Quería verlo por primera vez en una sala de cine, fuese como fuese la versión final.

Hay momentos en el cortometraje que uno puede pensar que lo que ocurre es un sueño del personaje, que solo está fantaseando con ese viaje, ¿es plantear la duda y la inseguridad de los actos que quieren realizar?

El corto juega con esa idea todo el rato. Ya desde guion trabajé mucho los saltos temporales porque no quería evidenciar desde el arranque que Hakim se está marchando de casa, sino que lo que vemos son fragmentos de su vida que, en un momento concreto, podemos conectar y ordenar en nuestra cabeza. Cuando trabajaba la historia y el montaje junto a mi equipo, la premisa era que todo lo relacionado con el mar era el presente y el resto, pasado; la realidad es que quería que el espectador, cuando se enfrentara al corto, buscara su propio camino. Hay gente que piensa que las secuencias de nado son momentos en los que el personaje sale al mar a desahogarse, mientras que otros creen que mostramos varios intentos hasta que consigue llegar a un barco. Otra versión, más curiosa, apunta a que nada de eso ocurre en la realidad y son simples deseos de Hakim. Lo que más me gusta de nuestro trabajo es que hayamos conseguido diferentes lecturas.

El nadador destaca, ante todo, al mostrarnos una emigración desde el lado humano y dibujar una juventud mucho más madura ¿es lo que pretendes plasmar?

Absolutamente. El corazón de nuestra historia es justo ese, el que normalmente se pierde en los medios de comunicación cuando se habla del drama de las fronteras, lo intenten por la vía que lo intenten. Queríamos posicionarnos en el lado del emigrante, de la persona que está dejando atrás toda una vida (reflejada en su familia, en sus amigos, en su propia ciudad) porque piensa que en el horizonte hay un mundo mejor, cuando la realidad es otra. La imagen que les llega de nuestro continente provoca que muchos jóvenes (los que no huyen de la guerra, claro) no duden en probar suerte sin valorar que, por muy humildes que puedan ser sus vidas, tienen una alternativa mejor en casa, con sus seres queridos. El objetivo es dar esperanza, en definitiva, y abrir los ojos de aquellos que, a este lado de la valla, solamente ven un problema, una cifra, y no a un ser humano.

Has impregnado mucha luz en cada personaje y en el entorno, además de utilizar la cámara en mano ¿Así impones positividad y al mismo tiempo realismo, como si fuera un documental?

Para mí, la cámara en mano era fundamental para dotar a la historia del mayor realismo posible. Queríamos retratar Larache de una manera natural, sin alterar los espacios en los que rodábamos y, muchas veces, sin impedir que la gente se cruzara en nuestro camino para dotar a cada plano de más verdad. De hecho, evitamos el trípode en todo momento en esa búsqueda de lo documental. La intención era que cada secuencia se sintiera como si robásemos un pedazo de vida de los personajes, aunque estuviésemos haciendo ficción, y creo que de ahí se puede extraer esa lectura positiva que –espero– se impone al final del corto.

Sergio Barce

¿Cómo fue el proceso de selección de los protagonistas?, y no sé si son actores profesionales

En “El nadador” hay muchos personajes interpretados por actores no profesionales. El proceso de casting fue complicado al principio porque buscábamos chicos que supieran español (para que pudiésemos preparar el rodaje sin problemas) y que tuvieran un perfil concreto, sobre todo por edad. Pasamos bastante tiempo trabajando con la asociación “Un barrio de todos”, en Algeciras, que nos abrió sus puertas y trajo a muchos candidatos para que hiciésemos pruebas de texto y cámara. Al final, la gran suerte fue que nuestro director de fotografía, Jorge Roig, había trabajado recientemente con un actor de origen marroquí que residía en Madrid y le citamos para una prueba. Así conocimos a Taha El Mahroug, que acabó convirtiéndose en una pieza fundamental del proyecto y casi un hermano pequeño para mí. Sus amigos en la ficción son amigos en la vida real, y trasladar eso a la pantalla es otra de nuestras bazas para que todo luzca lo más natural posible.

El resto de personajes, salvo Mario Zorrilla (que solo con su presencia encajaba perfectamente en el papel), son gente autóctona de Larache que, ya fuesen amigos o conocidos de mi familia, se volcaron con el corto. La madre, por ejemplo, fue una de las personas que nos ayudó en el proceso de casting y nunca había estado en un rodaje. Hay algún actor de teatro, pero la mayoría de ellos se ponía delante de una cámara por primera vez. Fue muy bonito trabajar con ellos, ver cómo se corregían el acento entre ellos para hablar con el dialecto de la zona y, también, comprobar cómo algunos hacían la historia suya dándonos su opinión sobre los diálogos o las acciones que tenían que llevar a cabo. ¡Hasta aparecen mi padre y mi hermano! Al segundo le di unas líneas y todo, y la experiencia fue muy divertida.

Con los actores, ¿Qué hay de guion y qué de improvisación?

Creo que, si nos ceñimos al diálogo, hay cierta improvisación pero siempre giramos en torno al guion. Lo que se trabajó de forma más libre fue el texto de los chicos en esa búsqueda de lo real que comentaba antes, sobre todo en las secuencias relacionadas con el fútbol. La improvisación vino más en las acciones que en las palabras. Hay secuencias que no planificamos previamente y que surgieron en el propio rodaje. Aprovechamos las oportunidades que un proyecto tan complicado como el nuestro nos fue brindando, y lo que en el momento parecían problemas se convirtieron en valor añadido cuando llegamos al montaje. Uno de mis planos preferidos del corto no estaba en el plan de rodaje, por ejemplo. En la preproducción hablé mucho –pero mucho– con Arturo Salmerón, el ayudante de dirección, y me propuso rodar en un espacio emblemático de la ciudad (del que tuvimos que prescindir al organizar la semana) cuando se nos cayó una localización importante. Supo leer la situación a la perfección y no podré agradecérselo lo suficiente.

¿Ha sido difícil conseguir la financiación para tu trabajo?

En nuestro caso todo vino bastante rodado, aunque después tuviésemos dificultades para poner en marcha el rodaje en Marruecos. La primera piedra la puso el Festival de Málaga –gracias al respaldo de Antonio Hens coproduciendo desde Andalucía– concediéndonos una ayuda a la creación audiovisual. Después vinieron las de la Comunidad de Madrid, ICAA y el apoyo que la ECAM nos brindó al ser alumno. Todo ello nos ayudó a armar el proyecto.

No sé si has visto Adú, se estrena en unos días, uno de los protagonistas también quiere llegar a nado, ¿es algo habitual? 

Aún no he tenido la suerte de ver “Adú”, y tengo muchas ganas porque el tema me interesa y porque Salvador Calvo (con el que comparto nominación a los Goya) es un director al que aprecio. Que una persona intente llegar a nado a nuestra costa no es tan descabellado porque el Estrecho es muy engañoso. Desde Algeciras, por ejemplo, se ve Tánger tan claramente que muchos piensan que está a tiro de piedra, y la realidad es muy diferente. El punto más cercano entre Europa y África está a unos 14 km, que son muchos para que alguien sin experiencia se la juegue lanzándose al mar.

Premios Forqué

¿Qué significa para ti estar nominado en los Premios Goya, y haber ganado el Premio Forqué?

Todavía no consigo asimilar el premio Forqué, la verdad. Nunca habría imaginado llegar tan lejos cuando empezamos nuestra andadura, pero es un orgullo tremendo recibir este reconocimiento y las nominaciones a los premios del Cine Andaluz y a los Goya. Lo es porque también sirve para reconocer el esfuerzo que todo mi equipo, técnico y artístico, ha hecho para que el corto salga adelante. Ha sido un camino duro, con baches, pero muy enriquecedor. Además, que la traca final sea en Málaga, mi tierra, hace que todo se vuelva mucho más emocionante.

¿Próximos trabajos?

Ahora mismo estoy repitiendo el proceso que ya llevé a cabo con “El nadador” y estoy adaptando otro relato de mi padre junto a él. También estamos compartiendo notas sobre una de sus novelas, poco a poco, para valorar una posible adaptación. Aparte, no dejo de lado mi profesión, el montaje, y sigo trabajando y colaborando en proyectos que me llenan. Aunque en el día a día sigo teniendo otras responsabilidades, la idea es no dejar de hacer lo que más me gusta, ya sea detrás de las cámaras o como montador.

Acerca de Susana Peral

Mira esto

Nicolas Cage. El resurgir del Gran Actor

Estos días que he tenido algo de tiempo para dar una vuelta a ciertas plataformas …

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.