Puntuación:
La película funciona como intrascendente entretenimiento de superficial brillantez y escaso poso.
El director Guy Ritchie regresa con The Gentlemen: los señores de la mafia al cine que le dio a conocer con cintas como Lock & Stock y Snatch (Cerdos y diamantes).
Aquellas primeras obras eran una particular versión de las constantes del cine negro y el thriller desde una postura posmoderna, donde los diálogos repletos de flema inglesa, la inclusión de temas pop y un cierto esteticismo se convirtieron en rasgos de estilo.
Muchos se aventuraron a denominarle como la respuesta británica al estadounidense Quentin Tarantino. Aunque el cineasta inglés ha vuelto a ese tipo de película en la desafortunada Revolver o la más notable RockNRolla, sus últimos trabajos le dibujaban como un artesano centrado en realizar potenciales blockbusters.
The Gentlemen: Los señores de la mafia supone una vuelta al mundo de los bajos fondos con una historia enrevesada escrita por Ritchie basándose en un argumento ideado por el propio realizador junto a Ivan Atkinson y
Marn Davies.
El autor de Barridos por la marea huye de la película lineal comenzando su trama in medias res para ir completando el rompecabezas de un largometraje que juega al gato y al ratón con el espectador con una excusa casi metacinematográfica.
Los problemas que crea el deseo de un mafioso, al que da vida un divertido Matthew McConaughey, de traspasar sus negocios sucios es la excusa para presentarnos a un grupo de personajes inmorales y hacer gala de un cierto humor negro en los diálogos.
No obstante, a pesar de encontrarnos en una cinta visualmente atractiva y con un reparto que parece disfrutar con sus papeles, el largometraje acaba fracasando por su acumulación de giros extenuante y un conjunto que deja al descubierto uno de los males del cine de Ritchie: su absoluta vacuidad.
The gentlemen: Los señores de la mafia funciona como intrascendente entretenimiento de superficial brillantez y escaso poso.