Puntuación
Bertrand Bonello, uno de los cineastas franceses más personales, aborda en Zombi Child la figura del muerto viviente. Nos encontramos lejos de la reimaginación del director estadounidense George A. Romero y muy cerca de la tradición vudú haitiana de la que nos hablara William Seabrook en La isla mágica o Yo anduve con un zombi, relato de Inez Wallace que inspirara el largometraje homónimo de Jacques Tourneur.
El autor de Nocturama y Casa de tolerancia entrelaza dos tiempos y lugares: el Haití de los primeros años sesenta, donde transcurre la historia de un hombre que es convertido en zombi y esclavizado para recoger caña de azúcar, y el París del siglo XXI en el que vive la nieta del primero en un prestigioso colegio privado. Ambas tramas se alternan a lo largo de su metraje para quedar unidas en su desenlace.
El realizador, que también firma el guion, logra un clima inquietante y un extraño suspense que impregna las imágenes y la narración. Quizá el contraste de tiempos y lugares entre la tradicional haitiana y la modernidad francesa es la que acaba dándole al conjunto su particular toque distintivo. Por otra parte, mientras que la trama del pasado acaba siendo una historia de amor consumado, la del presente, que protagoniza una amiga de la nieta del zombi, aborda la ruptura sentimental.
Quizá el gran problema y la mayor virtud sean las mismas: el largometraje no pretende ofrecer una obra cerrada en el aspecto más clásico del término y se decanta por sugerir de manera más libre. A algunos puede parecer un filme un tanto deslavazado, aunque convencerá a todos aquellos que prefieran las películas sugerentes y un tanto desequilibradas, pero que se salen de los terrenos más convencionales.