Puntuación:
Estupenda tragicomedia que se beneficia del espléndido trabajo de todo su reparto, especialmente de una sublime Candela Peña.
Un extraño vínculo parece unir Hola, ¿estás sola? , el debut en el largometraje de Icíar Bollaín, y La boda de Rosa, una obra de madurez de la directora madrileña. Además del protagonismo de una estupenda Candela Peña, ambas nos hablan de mujeres que buscan encontrarse a sí mismas y dar por terminada una etapa anterior. Si bien en la primera analizaba los sinsabores de la juventud, la segunda de ellas aborda la siempre difícil mediana edad.

Como tantas veces en la vida real, el personaje principal es una persona que se ha centrado en los demás. Es una hija cariñosa, una madre preocupada por su hija, una buena pareja de su novio, una hermana pendiente de sus otros hermanos y una trabajadora responsable. Sin embargo, su deseo de complacer y ayudar a los demás ha acabado por sepultar sus sueños y aspiraciones. La idea de casarse consigo misma supone un compromiso con todo aquello que ha dejado atrás por los otros.

Bollaín, con la ayuda en el guion de Alicia Luna, nos ofrece una acertada mezcla de drama y comedia que, en su tramo final, se acerca sin complejos a la comedia loca del viejo Hollywood. Todo ello reflejando los problemas de la mediana edad, no solamente del personaje principal, sino de los hermanos, dos personas que han visto como sus sueños y metas se han ido al traste. A la vez, la cinta retrata la familia española como un grupo de individuos unidos por el cariño que, eso sí, no siempre se escuchan entre ellos.
Con una fotografía que capta perfectamente la luz del Mediterráneo, La boda de Rosa es una feel good movie sobre la posibilidad de cambiar el rumbo de sus vidas que encuentra su mejor aliado en un reparto en estado de gracia. Candela Peña borda su papel de mujer en busca de salida vital, mientras que un entrañable Ramón Barea interpreta con sensibilidad a ese viudo perdido sin su mujer. No menos estupendos resultan Nathalie Peña, que da vida a la perfección a esa mujer que se refugia en el alcohol para anestesiar su fracaso existencial, o Jordi López , que encarna perfectamente al típico perdedor.
Quizá el gran problema de la película es su tendencia a explicitar en los diálogos lo que queda perfectamente expresado con las acciones de los personajes.