Puntuación
Drama familiar que triunfa en el plano íntimo, pero fracasa cuando simplifica en exceso la confrontación política en Estados Unidos.
El actor Viggo Mortensen debuta como director de largometrajes con Falling, una película acerca de la difícil relación entre un padre anciano y su hijo, un homosexual de mediana edad casado y con una niña adoptada.

El realizador novel, que además encarna a uno de los personajes principales, plantea la película en dos planos: el político y el más estrictamente íntimo.
La cinta pretende mostrar los dos bandos ideológicos contrapuestos de Estados Unidos: el republicano, que encarna el intransigente progenitor, y el democrata, representado por el vástago sensible y abierto.
Es quizá en este aspecto en el que la película flaquea al simplificar demasiado y acudir a los estereotipos más sobados respecto a los votantes de uno y otro partido, especialmente en las películas de Hollywood, claramente partidarios del segundo. En este sentido, el largometraje acude a la brocha gorda sin aportar demasiado.

Por el contrario, triunfa en el apartado meramente íntimo, el de la confrontación entre un progenitor acostumbrado a machacar a sus seres queridos y un vástago que ha tardado tiempo en liberarse del yugo paternal y comportarse conforme a su orientación sexual e intereses.
Mortensen, que ejerce de guionista, sabe cómo crear el particular suspense dentro de la historia al combinar los fragmentos del presente con aquellos del pasado, que muestran los orígenes de la difícil relación entre ambos, extensible al resto de la familia.
El cineasta norteamericano sabe dirigir espléndidamente a sus elenco, especialmente a un Lance Henriksen, que logra ser detestable y frágil a la vez, o él mismo, que da vida sin aspavientos a ese hijo que tiene una relación de amor/odio con su padre.

Quizá Falling esté lejos de ser perfecta, pero tiene momentos de indudable intensidad que demuestran que Mortensen es un buen contador de historias al que habrá que seguir la pista en su carrera como realizador.