El director David Vitori se recupera con No matarás del traspiés que supuso El pacto, un thriller con elementos sobrenaturales que resultó una película bastante fallida. Aquí elimina los ingredientes terroríficos para mostrarnos la terrible velada de un joven que ha estado años cuidando de su padre enfermo y pretende rehacer su vida después de la muerte del progenitor.
Con mucho acierto, el cineasta y sus guionistas idean una primera parte que nos permite empatizar con el personaje principal: un tipo que ha sacrificado su vida por los demás y parece dispuesto a cambiar de rumbo cuando conoce a una chica sexy en un bar. No obstante, lo que parecía ser una noche de pasión desenfrenada se convierte en una pesadilla para el protagonista.
Vitori acierta al elegir el formato cuadrado, una cámara inestable y una percutiente banda sonora para crear desazón y estrés en el espectador. Por otra parte, estiliza el conjunto con una excelente fotografía, repleta de luces de neón a la manera de ¡Jo, qué noche! (After Hours), para otorgar una + atmósfera casi irreal.
Por otra parte, la historia funciona dentro de su sencillez y logra lo que se propone: que nos mantengamos pegados a la pantalla durante su hora y media de duración.
Gran parte del mérito es de una estupendo Mario Casas, que hace creíble a ese chico apocado que se verá forzado a hacer cosas malas para salvar el cuello, y una espléndida Milena Smit, que aporta sensualidad, descaro y locura a la chica que cautiva al protagonista.
Quizá, como en tantos thrillers, se le puede reprochar que tenga algunos momentos invesímiles, pero eso no malogra una cinta que consigue casi todas sus metas.