El juicio de los 7 de Chicago se inserta de manera coherente dentro de la trayectoria de Aaron Sorkin, un director, guionista y show runner que parece interesado en analizar las instituciones, el poder y las libertades estadounidenses durante las últimas décadas.
El cineasta ha pasado revista en las series de televisión y películas de cine donde ha participado al sistema judicial y el ejército (Algunos hombres buenos), la política (El ala oeste de la Casa Blanca, El presidente y Miss Wade, La guerra de Charlie Wilson), el periodismo (The Newsroom), el deporte (Moneyball: rompiendo las reglas) la televisión (Studio 60) o los grandes genios de las nuevas tecnologías (Steve Jobs, La red social).
Quizá por ello el litigio al que se vieron sometidos miembros de grupos de izquierdas, los banderas negras y universitarios por sus protestas en el Congreso del Partido Demócrata de 1968 en Chicago parecía ideal para el responsable de Molly’s Game. El hecho histórico le permite abordar las diferencia entre conservadores y progresistas, las reglas del sistema judicial y la contracultura que llegó para sacudir algunas de las creencias de los estadoundienses en los años sesenta.
Sorkin vuelve a dejar patente su habilidad para las réplicas y contrarréplicas en una película que encuentra en los diálogos una de sus principales virtudes. Por otra parte, construye un filme que no solamente trata el juicio en sí mismo y sus precedentes, sino que también muestra una visión alternativa de él a través del personaje de Abbie Hoffman, al que da vida Sacha Baron Cohen, e intercala algunas imágenes documentales entre las particulares recreaciones.
El guionista y cineasta ofrece una película llena de matices donde se critican la intolerancia y la prepotencia de los sectores más retrógrados de la sociedad estadounidenses, personificados en el juez al que interpreta de manera magnífica Frank Langella, pero también las contradicciones de unos acusados que no siempre eran consecuentes con el pacifismo que promulgaban.
La guinda del filme la pone un excelente reparto que se adecúa perfectamente a sus roles. Además de los citados Langella y Baron Cohen, hay que destacar el trabajo de Mark Rylance, Josep Gordon-Levitt, John Carroll Lynch, Michael Keaton y Eddie Redmayne.
En definitiva, El juicio de los 7 de Chicago es un más que notable largometraje judicial con ecos del viejo cine político del Hollywood de los años setenta.