Matar a Pinochet, el largometraje dirigido por Juan Ignacio Sabatini, puede inducir a error por su propio título. Es cierto que nos encontramos ante una cinta que nos muestra los preparativos del atentado del dictador chileno y su funesto resultado, pero no estamos ante el típico producto de acción, sino ante una película que muestras los debates íntimos de la Comandante Tamara, una de las líderes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez y una de las personas que ideó el asalto a la comitiva del entonces presidente del país sudamericano

El director y sus guionistas muestran el comportamiento de la guerrillera durante los días previos al suceso, donde aprovechó para visitar a sus seres queridos, y nos hace participes a través de la voz en off de la protagonista de sus motivaciones para implicarse políticamente y dejar una vida acomodada junto a su hija y el resto de su familia.

La actriz Daniela Ramínez dota a su interpretación de la necesaria mezcla de fuerza y fragilidad que necesita un personaje que rompió barreras de género en un movimiento que solía dar un papel secundario a las mujeres.
Casi como contrapunto al personaje de Tamara, la película se adentra en la vida de otro antifascista que, a diferencia de la protagonista, procedía del extracto más pobre de la población chilena de la época y tenía razones sociales y económicas evidentes para oponerse al dictador.

Sin embargo, a pesar de triunfar en el plano íntimo y político, Matar a Pinochet fracasa como thriller adrenalítico. Un montaje que genera más confusión que certeza y la escasa entidad de la trama de traición dejan un poso un tanto agridulce en una película extrañamente intimista.