El cineasta alemán Werner Herzog emprendió una particular gesta en 1974: recorrió a pie el trayecto entre Munich y París. Su intención era ofrecer este sacrificio para impedir que falleciera su mentora Lotte H. Eisner, que se encontraba en la Ciudad de la Luz. Aquella odisea, que le llevó a estar en contacto directo con la naturaleza, quedó recogida en el libro Del caminar sobre hielo.

El documental Dear Werner es un sentido homenaje del realizador Pablo Maqueda a aquella singular odisea y al firmante de Fitzcarraldo o Grizzly Man. No obstante, más allá de la simple admiración del autor, se convierte en una experiencia íntima que demuestra su amor por el séptimo arte, pero también los sinsabores que conlleva ser director de cine y las frustraciones de sacar adelante una película.
Maqueda se convierte en un narrador cercano a la manera de su particular maestro cinematográfico, Werner Herzog. El propio realizador germano ha participado leyendo fragmentos de su propia obra y su voz dialoga en el tiempo con la de su pupilo español.

Resulta verdaderamente curioso que el joven director logre construir una película personal en una obra que no oculta en ningún momento su deuda con la filmografía del veterano artista alemán, pero que acaba siendo profundamente íntima.
El largometraje alcanza ese grado de proximidad gracias a la narración susurrante de Maqueda, el predominio de la cámara subjetiva que nos pone en la piel del propio protagonista y una bella banda sonora que amplifica más si cabe el tono poético de aquello que aparece en pantalla.

Dear Werner se revela así como una pequeña película que sumerge al espectador en un particular estado trascendental y exige de él que se deje llevar por la palabra y las bellísimas imágenes. Digamos que tiene un singular toque zen que la convierte en un filme único dentro del panorama de la no ficción española.