El director italiano Gabriele Muccino logra con Nuestros mejores años su mejor película hasta la fecha. Lo hace después de cosechar éxitos como El último beso y las estadounidenses En busca de la felicidad, Siete almas o De padres a hijas. Todas ellas hacían gala de una cierta blandura y un excesivo tono lacrimógeno.

El deseo de lograr el llanto a toda costa es sustituido en su nueva película por un cariz sentimental y nostálgico que le sienta muy bien a esta historia de cuatro amigos italianos y su particular relación entre la adolescencia y la madurez.
Con una elegante y clásica puesta en escena, el cineasta nos habla del paso del tiempo y de las huellas que deja dentro de nuestro carácter y los vínculos que establecemos con los seres humanos a los que demostramos nuestro cariño.

Cualquier espectador -especialmente aquellos que ya tengan cierta edad- se puede identificar con asuntos como la pérdida de los ideales de la juventud, los fracasos amorosos y las relaciones no siempre fáciles con los hijos y ex parejas.
Con unos diálogos nada sentenciosos y unos actores en estado de gracia, Muccino muestra la existencia de unos personajes con muchos defectos y algunos virtudes a los que unen lazos de amistad.

Dentro del estupendo conjunto destaca la preciosa música de Nicola Piovani, que aporta la adecuada atmósfera melancólica a la cinta, y una sobresaliente Micaela Ramazzotti, como una mujer casi constantemente a la deriva.
En definitiva, Nuestros mejores años es una buena opción para todos que busquen una buena historia humana en el tecnificado cine de hoy en día.