Puntuación:
Interesante drama sentimental que flaquea por momentos debido a los subrayados innecesarios y su dubitativo pulso narrativo.
No hay ningún fracaso, ni la enfermedad ni la ruina profesional o económica, que tenga un eco tan cruel y profundo en el subconsciente como un divorcio. La cita del escritor alemán Botho Strauss que antecede a las primeras imágenes de Infiel, la película dirigida por Liv Ullman con guion de Ingmar Bergman, podría servir como perfecto preámbulo de Vivir sin nosotros, la ópera prima en el largometraje del realizador sueco David Färdmar.
Aunque aquí nos encontramos ante la ruptura de una relación sentimental que no ha sido bendecida por la Iglesia ni formalizada legalmente, el largometraje muestra los efectos devastadores y duraderos que puede tener en sus miembros, en este caso dos jóvenes varones. Quizá lo menos importante sea que nos encontremos ante una pareja gay, porque puede ser extensiva a cualquiera heterosexual.
Hay una evidente huella del citado Bergman en este debut de Färdmar, evidente en la teatralidad de algunos momentos o en los incómodos silencios, aunque nunca logre estar a la altura del firmante de Secretos de un matrimonio. De igual manera parece obvia la influencia de Antes del anochecer por la verborrea con la que los dos miembros de la pareja expresan sus deseos y reproches mutuos. Por último, se aprecia una extraña frialdad expositiva que se asemeja por momentos a la que hacía gala el director Ira Sachs en la célebre Keep The Lights on, precisamente la crónica de una difícil relación romántica entre dos hombres.
No obstante, dejando los referentes a un lado, lo más destacable del largometraje reside en aquellos momentos que definen a los protagonistas sin necesidad de explicitar sentimientos a través de palabras. Resulta significativo, por ejemplo, la forma en la que se retrata al personaje de Adrian, en apariencia el más fuerte del dúo. Su carácter autoritario se pone de manifiesto en la manera en la que impone su criterio en la vida cotidiana junto a sus diferentes compañeros de cama. Ese carácter dominante y egoísta queda también patente en las relaciones sexuales, donde asume el papel activo y rechaza el más pasivo. Paradójicamente, él parece sufrir más la separación que Hampus, supuestamente más frágil.
Otro aspecto interesante de Vivir sin nosotros es el carácter simbólico que tiene un objeto como el lecho que ambos han compartido. Realmente no es una cama de matrimonio, sino la unión de dos individuales, señal de la difícil compenetración entre ambos. Así se entiende que Marcus decida llevarse su parte cuando abandone la casa de Adrian y solamente la devuelva a su lugar original en el momento que ambos hayan encontrado una relación estable. Son estos elementos más sutiles, junto al espléndido trabajo de los actores Björn Elgerd y Jonathan Andersson, los que convierten el filme de David Färdmar en un debut interesante. No obstante, los subrayados innecesarios y su dubitativo pulso narrativo dejan en evidencia que estamos ante una obra todavía inmadura e imperfecta.