Puntuación:
Delicioso drama romántico, repleto de humor y melancolía, acerca de nuestros afectos y contradicciones.
Hay títulos que resumen perfectamente el espíritu de una obra artistica. Es el caso de Las cosas que decimos, las cosas que hacemos, largometraje del cineasta francés Emmanuel Mouret. El director, que también escribe el guion, nos ofrece un drama romántico de historias cruzadas donde sus protagonistas parecen actuar de forma contraria a aquello que predican sobre las relaciones sentimentales.
De manera reposada, valiéndose de una estupenda selección de música clásica que marca el tono del filme, Mouret observa con cierta ironía, aunque también con cariño, las cuitas amorosas de unos personajes a los que conocemos por aquello que cuentan a su interlocutor. Sin duda, nos encontramos ante una cinta de diálogos ingeniosos y llenos de humor que, sin embargo, no ocultan las pequeñas tragedias de unos seres imperfectos que no paran de equivocarse, pero a los que el director trata con mucha comprensión.
La película puede recordarnos a otros trabajos de Woody Allen, Eric Rohmer o Richard Linklater, aunque es cierto que el realizador, responsable de obras de culto como El arte de amar o Lady J, logra dotar al conjunto de un toque original que deja patente sus influencias sin ser una mera copia. Todo ello mostrado con una extraña placidez que otorgan los escenarios parisienses, las bellas casas o los bosques donde transcurren las peripecias de unos individuos que se ganan el cariño del espectador.
Al precioso resultado final contribuyen un grupo de actores en estado de gracia. No obstante, quizá sorprenda especialmente la sutil interpretación de Émilie Dequenne, ganadora del premio César a la Mejor Interpretación de Reparto, que encarna a una esposa resignada ante la infidelidad de su marido.
En definitiva, Las cosas que hacemos, las cosas que decimos es una deliciosa película, repleta de humor y melancolía, acerca de nuestros afectos y contradicciones.