Puntuación:
Curiosa cinta de terror que M. Night Shyamalan adoba con sus habituales giros y trampas, aunque también con su innegable habilidad para crear suspense e inquietud.
Aunque Tiempo esté basada en una obra ajena —Castillo de arena, novela gráfica firmada por Pierre Oscar Lévy y Frederik Peeters—, la cinta está muy lejos de ser un encargo.
El director M. Night Shyamalan se apropia del material de otros para crear una trama que bascula entre el terror y la ciencia-ficción, donde aparecen sus habituales giros, trampas y obsesiones, como la de aislar a un grupo de personajes del resto del mundo, un elemento que ya estaba presente en largometrajes como El bosque o la serie de televisión Wayward Pines.
Para aumentar más si cabe la autoría de este filme, el realizador, a la manera de su admirado Alfred Hitchcock, se reserva un pequeño papel.

La premisa del largometraje es sencilla: un grupo de personajes que se alojan en un lujoso resort pasan un día de playa paradisiaca aparentemente tranquila hasta que averiguan que envejecen de manera sorprendentemente rápida y no parecen encontrar la salida del lugar.
Esta particular excusa, que recuerda por momentos a El ángel exterminador de Luis Buñuel, le sirve al autor de El sexto sentido para abordar la fugacidad de la vida y la importancia de los lazos afectivos cuando vemos cómo enfermamos, morimos y perdemos a todos aquellos que amamos.

Shyamalan vuelve a hacer gala de su habilidad para crear tensión y suspense gracias a una estupenda dirección de actores y una elegante planificación. No obstante, como suele ocurrir en las obras del filmante de El incidente, la cinta está llena de atajos, casualidades y trampas que acaban socavando el valor del conjunto.
En esta ocasión, su habitual sorpresa final se alinea muy bien con los tiempos conspiranóicos que nos ha tocado vivir, aunque sea más oportunista que efectivo.

En definitiva, Tiempo se puede encontrar en un punto medio de la filmografía de Shyamalan que no llega a alcanzar las cotas de calidad de El sexto sentido y El protegido, aunque esté por encima de fiascos como Airbender o After Earth.
Eso sí, vuelve a dejar patente que es un realizador extraño que se encuentra a medio camino entre el cineasta autor y el mero trilero.