Puntuación:
Floja secuela que no logra en ningún momento la tensión del original al intentar darle la vuelta sin éxito.
El director Fede Álvarez, en compañía del guionista Rodo Sayagues, ofreció una más que efectiva home invasion con No respires. Allí daba un giro al subgénero convirtiendo al dueño invidente del hogar que es invadido por tres ladrones en el verdadero villano de la película. Además, sacaba partido del fantasmal Detroit, sumida entonces en un absoluto declive económico, y lograba crear tensión aprovechando el carácter de ratonera de la casa.
Cinco años después, Álvarez deja en manos de Sayagues la realización de una secuela que juega al más difícil todavía: convierte al villano de la anterior entrega, un hombre veterano e invidente formado en el ejército que sigue manteniendo una estupenda forma física pese a su edad, en un antihéroe que se encarga de una niña a la que llama hija. Su tensa tranquilidad se verá alterada cuando un grupo de malhechores intente entrar en su domicilio.
Sayagues no logra hacer creíble esta transformación ni consigue aportar la tensión que en su precedente. Uno de los errores es, sin ninguna duda, que la cinta deja utilizar el claustrofóbico chalet como escenario principal para trasladar parte de la trama a un hotel en ruinas. Por otra parte, no acaban de funcionar los elementos de melodrama, relacionados con el pasado de la pequeña que vive con el anciano.
El casi siempre estupendo Stephen Lang se esfuerza por hacer creíble su proceso de redención, pero el guion no le ayuda, al igual que una rutinaria dirección y un puñado de actores de reparto que deja mucho que desear, empezando por la pequeña Madelyn Grace hasta unos histriónicos Bobby Schofield, Adam Young y Brendan Sexton III.
En definitiva, No respires 2, debut en la realización de Sayagues, se encuentra lejos de los estimables logros de la primera parte y solamente alcaza a ser una oportunista continuación que se parece más a un telefilme de sobremesa que a una cinta para la gran pantalla.