Puntuación:
La directora Icíar Bollaín logra una emocionante película sobre víctimas y victimarios que encuentra sus mejores momentos en los particulares duelos interpretativos de su estupendo elenco.
La disolución de ETA como organización terrorista ha supuesto que el cine y la televisión aborden sin cortapisas el drama que supuso para el País Vasco y el resto del territorio español, tanto las sangrientas acciones de la banda armada como los reprochables actos del GAL, como del grupo que intentaban reprimirla. Ejemplos son la multitud de documentales, series y largometrajes de ficción que han tratadao el asunto desde diferentes posturas. Quizá las más populares hayan sido La línea invisible, versión para la pequeña pantalla de los inicios de ETA, o Patria, adaptación televisiva de la novela homónima de la célebre novela de Fernando Aramburu.

Al igual que esta última, Maixabel se centra no solamente en el dolor de las familias de las víctimas de la violencia terrorista, sino también del deseo de perdonar a los victimarios. En este caso, además, nos encontramos ante un hecho real: la particular relación que se estableció entre la viuda del socialialista, Juan María Jauregui, cuyo nombre da titulo a la película, y dos de los responsables de su asesinato.
La directora Icíar Bollaín, con la ayuda en el guion de Isa Campo, ofrece un notable drama sobre el dolor, el perdón y la redención. Lo hace de una manera austera: una planificación clásica, una fotografía de tonos grisaceos que capta la nubosa climatología vasca y parece reflejar el ambiente triste en el que se mueven los protagonistas, y una dirección de actores impecable.

El filme no solamente se centra en la aflicción y las ganas de seguir adelante de una protagonista capaz de disculpar lo indisculpable, sino en la carga que tienen que llevar todos aquellos que asesinan y tienen un mínimo de conciencia como para arrepentirse de sus actos. Maixabel es, sin ninguna duda, una película humanista que nos habla de la posibilidad del ser humano de superar fronteras que parecen infranqueables.
No obstante, el largometraje no alcanzaría las cotas de emoción sin su estupendo elenco actoral. Blanca Portillo imprime fuerza a esa viuda que quiere saber cuáles fueron las razones que llevaron a los terroristas a matar a su esposo, mientras que Luis Tosar encarna a la perfección a ese asesino al que pesa la culpa y acepta hablar con la mujer a la que arrebató su marido.

A pesar de ello, aunque su trabajo resulta muy notable, no alcanza las cotas de excelencia de Urko Olazabal, que se pone en la piel del otro terrorista que decide arrepentirse. Sus gestos y la imposibilidad de explicar con palabras sus sentimientos ante la protagonista femenina producen en el espectador un tremendo estremecimiento.
En resumen, Maixabel es un drama esperanzador que alcanza sus cima en los particulares cara a cara de los personajes.