Puntuación:
Una cinta llena de sensibilidad que nos sumerge en su pausada manera de contar una historia mínima.
La directora Céline Sciamma se ha convertido en una de las cineastas que mejor ha mostrado los cambios de la infancia y la adolescencia en la sociedad occidental contemporánea. Prueba de ello son Water Lilies, Tomboy o Girlhood, donde abordaba la asunción de la identidad sexual de los menores, o en su participación en guiones para otros realizadores, como Cuando tienes 17 años (André Techiné, 2016) o la magistral La vida de Calabacín (Claude Barras, 2016).

Petite Maman reincide en su obsesión de retratar las primeras etapas de la vida del ser humano con un particular estudio acerca de la relación entre una chiquilla de ocho años y su melancólica madre, que acaba de perder a su progenitora y se dispone a vaciar la casa donde creció.
La cineasta aborda la película como si fuera un particular cuento de hadas. La pequeña protagonista, que vive durante unos días en la que fue el hogar de su abuela, se encontrará de manera sorpresiva con la cría de su misma edad que fue su madre. De esta manera, Sciamma permite que su personaje principal entienda más la tristeza que embarga al ser adulto en el que se convirtió una niña como ella, a la vez que descrubrirá más elementos en común de los que pudiera imaginar.

La cineasta francesa opta por un tono reposado y sutil, atento a las miradas de los personajes principales y sin grandes sorpresas. El filme se centra en los juegos y la complicidad que se desarrolla entre las dos pequeñas, presentando de manera más soslayada al resto de personajes secundarios y descubriéndonos que ambas no son tan distintas y que el destino estaba destinado a unirlas.
Todo está plasmado en pantalla sin necesidad de diálogos innecesarios y sacando el provecho de unos actores que tienen que expresar sentimientos con más gestos que palabras. Sorprende la habilidad de las hermanas Joséphine y Gabrielle Sanz, que dan vida a las menores, así como la ternura y pesadumbre que desprende la interpretación de Nina Meurisse, que se desdobla en el papel de la progenitora de cada una de las protagonistas.

En definitiva, Petite Maman es una pequeña joya que exige del espectador un estado de sosiego para disfrutar sus poco más de 70 minutos en toda su plenitud.