Puntuación:
Agradable mezcla de drama y comedia que funciona mejor cuando se circunscribe al plano íntimo que al abordar asuntos políticos de gran calado.
Delicioso se puede incluir en ese subgénero de películas que han relacionado el amor con la gastronomía. A este grupo pertenecen cintas tan dispares como Deliciosa Martha, Como agua para chocolate, Comer, beber, amar, Bon Appétit o Dieta mediterránea, entre otros muchos títulos. En casi todas ellos, el placer culinario precede al carnal y, en la mayoría de los casos, se opta por una particular mezcla de comedia y drama.

El título dirigido por Eric Besnard, responsable de Pastel de pera con lavanda, añade un nuevo ingrediente al guiso habitual: la crítica política. El largometraje nos muestra cómo se cruzan los destinos de un prestigioso cocinero viudo que ha sido despedido por el noble al que servía y ha decidido hacerse cargo de una posada junto a su hijo, y una misteriosa mujer que acude para ofrecerse como aprendiza del chef. Todo ello en los tiempos inmediatos de la Revolución Francesa que puso en solfa el poder de aquellos que tenían títulos nobiliarios.
El realizador francés maneja estupendamente los momentos de comedia romántica, reflejando el recelo inicial de ambos que dará paso poco a poco a la confiaza y, finalmente, al amor. Lo consigue gracias a la estupendas interpretaciones y la química que surge entre los dos actores protagonistas: Grégory Gadebois, espléndido como el gruñón y algo huraño mesonero, e Isabelle Carré, que imprime misterio y desazón a una mujer con muchos secretos.

La fotografía de Jean-Marie Dreujou refleja a la perfección la hermosura del campo francés y aporta una atmósfera casi bucólica a todo el conjunto. Sin embargo, la película no acaba de convencer cuando se adentra dentro de los territorios de la crítica social y política.
La´sátira sobre la crueldad de la nobleza está resuelta de manera un tanto obvia, especialmente a través de la figura tiránica del Duque de Chamfort, encarnado por un excesivamente caricaturizado Benjamín Lavernhe. También resulta un poco postizo la inclusión de algunos momentos acerca del acoso sexual masculino que parecen más propios del movimiento #Metoo que de la época en la que tiene lugar el filme. Además, el mensaje acerca de la democratización de la buena gastronomía resulta algo impostado, aunque se nos asegure que la película está basada en un hecho real.

En definitiva, esta agradable mezcla de drama y comedia funciona mejor cuando se circunscribe al plano íntimo que al abordar asuntos políticos de mayor calado.