Puntuación:
Una simpática cinta nostálgica que funciona mejor cuando se centra en los años ochenta que al abordar la época actual.
David Serrano se ha convertido en uno de los expertos en incluir canciones pop, especialmente de la añorada década de los ochenta, en comedias musicales. Así lo demuestran su trabajo como guionista en un par de películas dirigidas por Emilio Martínez Lázaro (El otro lado de la cama, Los dos lados de la cama) o autor del libreto de la obra teatral Hoy no me puedo levantar, basada en los temas del grupo madrileño Mecano.

Voy a pasármelo bien es un nuevo ejemplo de su habilidad para construir una trama a partir de material sonoro preexistente, en este caso el de la banda Hombres G. Con la ayuda en el guion de la actriz Luz Cipriota, el director ha creado una historia en dos tiempos: la historia de unos chavales amantes de la música de los autores de Marta tiene un marcapasos y otra desarrollada en la actualidad, donde ya cuarentones, se reencuentran con una mujer que conocieron cuando eran niños y que se fue a México dejando destrozado a uno de ellos, que quedó completamente marcado por ese romance preadolescente. El reencuentro entre ambos será la excusa para rememorar viejos tiempos.

Serrano se muestra especialmente certero cuando muestra las desventuras de los chavales hace más de tres décadas, aunque flaquea al abordar a esos mismos personajes en el presente. Sin complejos, el guion tira de la nostalgia por el tiempo pasado y logra que los chavales resulten simpáticos, aunque no dibuje especialmente bien a los adultos en los que se han convertido. En este último aspecto, parece que el realizador pretenda emular a Días de fútbol a la hora de abordar la amistad masculina, aunque no tenga tiempo para dotar a sus personajes en la cuarentena de un mínimo de profundidad, a pesar de contar con un reparto más que competente encabezado por Raúl Arévalo y Dani Rovira. El largometraje tampoco destaca en sus números musicales, cuyas coreografías resultan poco memorables, ni en las versiones de las canciones, que hacen añorar las originales.
Pese a las más que evidentes carencias de la película, Voy a pasármelo bien funciona medianamente como entretenimiento y recopilatorio de postales de Valladolid, lugar donde tiene lugar la acción, aunque esté muy lejos de ser memorable.
