Puntuación:
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Burda comedia de costumbres bastante oportunista y con fecha de caducidad.
El director Nacho G. Velilla se ha convertido en el sucesor de la comedia costumbrista y comercial española que se practicó en el país durante los años sesenta y setenta en España. Perdiendo el norte, Villaviciosa de al lado o Que se mueran los feos son un ejemplo de un humor poco sutil que sigue atrayendo a la audiencia con elementos sacados de la realidad social.
En Por los pelos repite la fórmula centrándose en el furor de los numerosos viajes a Turquía que muchos alopécicos realizan para implantarse cabello en la cabeza. La historia sigue a tres hombres que sufren a la enfermedad y viajan al país para intentar solucionar su problema: un policía divorciado que pretende ganar autoestima con una nueva melena, un cantante de reguetón al que se le ha descubierto su calvicie y cuya fama peligra, y un hombre que se ve obligado por su esposa a implantarse pelo para intentar salvar su matrimonio.
El guion, firmado por el realizador junto a Oriol Capel, David S. Olivas y Antonio Sánchez, acumula todos los tópicos y los chistes de calvos habidos y por haber, mezclado todo con elementos de enredo sexual y comedia familiar. Si a todos ello sumamos una realización televisiva y bastante plana, el resultado es un producto de humor simplón con fecha de caducidad.
Cabe destacar el esfuerzo de Carlos Librado, Antonio Pagudo y Tomy Aguilera, el trío de actores principal, por insuflar algo de gracia a este producto oportunista, aunque sus intentos sean en vano. Ni siquiera los siempre efectivos Leo Harlem, en el papel del padre del policía, y Jesús Vidal, como el improbable manager del cantante, acaban de brillar en este largometraje de usar y tirar que solamente se puede recomendar a los nostálgicos de la comedia más rancia.