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Notable thriller carcelario que retrata perfectamente la dureza de las cárceles en los últimos años del franquismo y los primeros de la democracia española.
El director Alberto Rodríguez y su coguionista Rafael Cobos han realizado en su colaboración conjunta una revisión de la España de las últimas décadas en clave de thriller. Así en Grupo 77 repasaba los cambios en una ciudad de Sevilla previa a la Expo 92, mientras que El hombre de las mil caras retrataba los desmanes de la corrupción en el PSOE. La época de la Transición ya había sido abordada en La isla mínima y el dúo revisa esa época de nuevo en Modelo 77. Ambas tienen como nexo común el tratar ese momento clave en el que los modos de la dictadura franquista se resisten a dejar paso a las formas democráticas.
La última de ellas plasma la situación de la convulsa situación de las cárceles españolas en los años setenta a través de la entrada en la prisión catalana que da título al filme de un joven que se tendrá que enfrentar a las autoridades del centro penitenciario, aunque también tendrá que adaptarse al ambiente malsano del lugar.
Rodríguez y Cobos contraponen la figura del protagonista, idealista y luchador, con la de un escéptico compañeros de celda, del que terminará haciéndose amigo. La película se apoya para ello en las excelentes interpretaciones de Miguel Herrán, que aporta la necesaria ingenuidad, y Javier Gutiérrez, que encarna al resabiado compañero.
La cinta refleja perfectamente la terrible cotidianidad de la cárcel en esos años, mostrando las agresiones brutales de los empleados de la prisión y las particulares venganzas entre reclusos, pero también la solidaridad de muchos de ellos a la hora de luchar por sus derechos. Todo ello sustentado en una magnífica fotografía de Álex Catalán y una dirección artística magistral que recrea perfectamente la época en cuestión.
Quizá haya que reprochable a este largometraje notable que se precipite en su última parte y opte por centrarse en la escapada de los protagonistas a la manera de La fuga de Alcatraz y otras películas del subgénero. Sin embargo, a pesar de ello, este inconveniente no invalida una película espléndida en los aspectos técnicos y magníficamente interpretada donde, además, de los dos intérpretes principales, destaca el trabajo de un brillante Jesús Carroza, que imprime cariño y simpatía a un preso optimista.