Puntuación:
Estupendo largometraje judicial que aborda el juicio a los responsables de la dictadura argentina con pulso, humor y sensibilidad.
Santiago Mitre se ha convertido en uno de los directores de cine político más interesantes en habla hispana. El argentino abordo de manera notable la vida de un dirigente universitario en El estudiante, trató la terrible situación de una abogada de derechos humanos violada en la dura Paulina e intentó con desigual suerte retratar una cumbre de presidentes latinoamericanos en La cordillera. En todas ellas hay un cuidado por el retrato de personajes que se impone sobre un mensaje ideológico poco explícito. Argentina, 1985 resume y mejora las cualidades del realizador en una película que emociona, divierte y alecciona sin necesidad de sermonear.
Con ayuda de Mariano Llinas, su habitual coguinista, Mitre nos muestra la labor del fiscal Julio Strassera, su ayudante Luis Moreno Ocampo y el grupo de personas que trabajaron para juzgar a los dirigentes de la dictadura militar argentina de Jorge Rafael Videla, responsable de miles de torturas, muertes y desapariciones durante su mandato entre 1976 y 1984.
Los autores del filme saben dosificar los elementos del subgénero procesal centrándose más en la investigación que en el juicio, aunque no eludan los escalofriantes testimonios de las víctimas y sus familiares. No obstante, también se fija en las dificultades que Strassera y su equipo tuvieron que afrontar ante unas formas dictariales que todavía pervivian en la sociedad argentina de 1985, aunque la democracia ya estuviera vigente. Los convierte en una suerte de héroes con problemas familiares que trataron de superar mientras todo parecía ir en su contra.
Llinas y Strassera añaden numerosos toques de humor a un asunto tan peliagudo aliviando un tanto la dureza de los temas tratados y aportando una cotidianidad a la película que la aleja de cualquier falsa trascendencia. A todo ello contribuyen los magnificos trabajos del casi siempre excelente Ricardo Darín, que muestra a un fiscal con infinitas dudas acerca de la posibilidad de culpar a los antiguos dirigentes de su país, y Peter Lanzani, el ayudante que pretende darse a valer a pesar de sus lazos familiares con el régimen dictatorial. Mención aparte merece una asombrosa Alejandra Flechner, que inyecta fuerza y sensibilidad a una esposa de Strassera que le apoya y crítica, aunque siempre mostrando su especial cariño.
En resumen, Argentina, 1935 es un estupendo filme judicial adulto de aquellos que la industria de Hollywood nos tenía bastante acostumbrados cuando no estaba obsesionado por los superhéroes y las películas de efectos especiales.