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Marta Díaz de Lope Díaz se erige como una de las mejores directoras españolas de comedia con una película que combina las carcajadas con elementos propios del culebrón.
Mi querida cofradía dejó patente las dotes para la comedia de la entonces debutante Marta Díaz de Lope Díaz. La realizadora utilizaba elementos de enredo, diálogos llenos de humor y personajes divertidos en una cinta de mujeres que encontraba su inspiración en el lado más popular del cine de Pedro Almodóvar.
Los buenos modales, el segundo largometraje de la andaluza, repite logros de su ópera prima añadiendo más ingredientes al guiso. El principal es la inclusión de elementos más dramáticos. Así nos encontramos con la historia de dos hermanas separadas por un incidente ocurrido hace décadas que se reencontrarán de manera inesperada a causa de la amistad de sus respectivos nietos, que han establecido amistad gracias a la buena relación entre las dos asistentas de sus correspondientes hijos.
Los componentes podrían haber dado lugar a un culebrón, pero Díaz de Lope Díaz y su coguionista, Zebina Guerra, saben equilibran de manera maestra los elementos más tristes con aquellos más desternillantes. Todo ello mostrando a un cuarteto de protagonistas femeninas imperfectas, pero que el espectador llega a comprender. Los diálogos ágiles y la capacidad para el gag de las responsables del filme ayudan a que esta cinta se convierta en una de las mejores comedias costumbristas de la década, sobrepasando por mucho las obras de naturaleza televisiva que suelen invadir las pantallas españolas.
La guinda de esta divertidísima y sensible película la ponen unas actrices en estado de gracia. Elena Irureta y Gloria Muñoz, que repite con la realizadora después de Mi querida cofradía, bordan a esas dos mujeres mayores separadas por un suceso ocurrido hace décadas y unidas por su sensación de soledad, mientras que Carmen Flores y Pepa Aniarte enamoran como esas dos mujeres llenas de problemas que, sin embargo, pretenden arreglar los asuntos de los demás.
De nuevo, la influencia del cine de Pedro Almodóvar se deja notar, aunque no empañe el trabajo de una cineasta con suficiente personalidad y oficio. Aquí la conexión con el manchego se produce especialmente con ese humor popular y descarnado del que hizo gala en la magistral ¿Qué hecho yo para merecer esto?.