Puntuación:
Didáctico largometraje a medio camino del drama y la comedia.
La lucha por los derechos de las personas homosexuales, bisexuales y transexuales durante la transición española a la democracia no ha sido un asunto demasiado abordado por el cine de ficción de las últimas décadas. Es cierto que el documental sí lo ha hecho con clásicos como Ocaña, retrato intermitente. También el cine de Eloy de la Iglesia supo reflejar muy bien ese momento en cintas como El diputado y Los placeres ocultos, coetáneas a la época en la que nos referimos . Sin embargo, faltaba un largometraje que mirara de manera retrospectiva aquel momento desde la ficción. Te estoy amando locamente viene a llenar ese hueco.

Alejandro Marín, uno de los responsables de la serie de televisión Maricón perdido, asume el reto mostrando algunas de las claves del movimiento de la época utilizando la historia de un joven que sale del armario y una madre a la que le cuesta digerirlo. El filme asume de manera un tanto didáctica el retrato de la situación de la comunidad LGTBI+, mostrando la persecución de la policía franquista, los tratamientos con electroshock a los que se veían sometidos para curar su «enfermedad» los miembros del colectivo o los locales donde podían ser ellos mismos. Todo ello en el ambiente político efervescente de una sociedad que se empeñaba en salir de un época represiva.

Marín, que firma el guion con Carmen Garrido Vacas, saben combinar con buena mano las necesarias dosis de drama con bastante humor para dar forma a una cinta entretenida y necesaria para que las nuevas generaciones conozcan cómo se vivía entonces y los avances alcanzados por todos aquellos que no comulgan con la heterosexualidad. Sin embargo, quizá la historia más personal y humana, la de esa progenitora viuda que tendrá que asumir que su vástago es gay, no resulta demasiado novedosa y, en ocasiones, parece una simple excusa para enseñar el ambiente del momento.

Pese a ello, la película nunca aburre y se ve con cierta simpatía gracias a unos personajes interesantes y algunas interpretaciones sólidas, como la de una estupenda Ana Wagnerer que tiene que asumir que el hijo que creía que iba para abogado quiere ser artista gay, o la del siempre espléndido Jesús Carroza, que otorga ternura al personaje de tolerante cura obrero.