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Crítica de ‘Gran Turismo’. Convencional película de superación con carreras de coches

Puntuación:

Previsible película llena de lugares comunes donde solamente brilla la interpretación de David Harbour.

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El sudafricano Neil Blomkamp es uno de esos directores que no ha sabido estar a la altura de sus prometedores comienzos. Después del éxito de la ciencia-ficción política Distrito 9, mantuvo el nivel con la distopía Elyseum, pero ni la futurista Chappie ni la terrorífica Demonic, dos fiascos de crítica y público han podido ratificar las altas expectativas que se habían puesto en él.

Gran Turismo no ayudará tampoco a levantar su maltrecho prestigio. Nos encontramos ante un trabajo de encargo que se basa en la conocida consola, aunque en este caso la inspiración viene de la propia realidad: un jugador del famoso videojuego consiguió dar el salto a las verdaderas carreras de coches con éxito. La película narra los altibajos en ese camino a convertir un hobby en una profesión. El resultado es una filme de superación que sigue casi todos los lugares comunes de este tipo de productos.

Archie Madekwe y David Harbour en Gran Turismo. Foto: Gordon Timpen/Sony Pictures

Los guionistas Jason Hall, Zach Baylin y Alex Tse arman una película bastante previsible que muestra los inconvenientes a los que el chaval se tuvo que enfrentar, los contratiempos y su fuerza de voluntad para alcanzar su objetivo. A su lado, encontramos a un veterano piloto, que tuvo que dejar prematuramente las carreras, que le ayudará en su propósito y que en cierta manera convertirá el éxito del chaval en suyo propio.

Archie Madekwe en Gran Turismo. Foto: Gordon Timpen/Sony Pictures

Blomkamp imprime al conjunto la estética de un anuncio publicitario sin lograr que la película evite algunos baches de ritmo. Respecto al apartado interpretativo, brilla David Harbour, como el viejo piloto encargado de supervisar la carrera de su pupilo, mientras Archie Madekwe resulta un tanto inexpresivo como la joven estrella del automovilismo y Orlando Bloom ofrece una histriónica interpretación como el ideólogo de convertir a jugadores de videojuego en corredores de carreras reales.

En definitiva, Gran Turismo es un producto impersonal y escasamente original que se ve con la misma facilidad que se olvida.

Orlando Bloom y David Harbour en Gran Turismo. Foto: Gordon Timpen/Sony Pictures

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