Puntuación:
Aunque quizá obtenga menos repercusión que 'Loving Vincent', el anterior trabajo de sus autores, este filme es una obra superior, especialmente en el aspecto narrativo.
El dúo de realizadores formado por DK Welchman y Hugh Welchman ofreció una pequeña joya visual de la animación con Loving Vincent. Con la excusa de una investigación sobre Van Gogh que lleva a cabo el hijo de un cartero que tiene que entregar la última misiva del genial pintor y de paso investiga la vida del artista, ambos realizadores ofrecían un película compuesta de miles de óleos que simulaban la técnica del autor de Los girasoles. No obstante, la innegable belleza estética de la obra, que fue bendecida con una candidatura al premio Óscar, se veía deslucida por una narrativa que no ofrecía demasiados descubrimientos del pintor y resultaba en exceso plana.

Seis años después de aquel éxito, la pareja de cineastas repite técnica de animación a partir de miles de óleos en la bellísima En nombre de la Tierra. Basada en la novela Los campesinos, escrita por el premio Nobel Wladislaw Reymont, la cinta estéticamente se vincula evidentemente con la anterior, especialmente en la plasmación de la naturaleza, pero supone un paso en el aspecto narrativo, aquí más cuidada que en su previa obra conjunta. Los mimbres son las de un buen melodrama clásico.
Una atractiva joven polaca de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se casa a la fuerza con el campesino más rico del pueblo, un anciano que acaba de perder a su mujer, aunque se siente atraída por su hijo, un hombre casado que bebe los vientos por ella a pesar de tener esposa. La actitud libre y fuera de toda norma de la chica provocará los comentarios de unos campesinos aferrados a sus caducas costumbres y a una falsa moral que permite cosas a los hombres que prohibe a las mujeres.

A través de las cuatro estaciones de un mismo año, mostradas con transiciones de una belleza abrumadora, observamos la evolución de unos personajes constreñidos por las normas de una sociedad patriarcal y falsamente religiosa. Lo hacen con mucha atención a perfilar a los personajes, incluso aquellos más secundarios, y logrando que el drama cale en el espectador.
Visualmente, aunque beba de las aportanciones de su anterior filme, se nota un tono mucho más oscuro, especialmente en unos interiores que remiten a las pinturas de Caravaggio. Por otra parte, la elección de esta animación al óleo otorga al conjunto una extraña atmósfera a medio camino entre lo realista y lo casi fantástico.

En defintiva, a pesar de no contar con la coartada cultural de su precedente, En nombre de la tierra la supera en casi todos los aspectos.