La historia de los guardianes del museo está basada en hechos reales.
Hace más de dos siglos, la emperatriz Isabel I de Rusia tuvo una idea curiosa e inaudita para proteger las obras de arte de su Palacio de Invierno, el que tiempo después se convertiría en uno de los museos más importantes del mundo, el Hermitage de San Petersburgo. Era tan buena, tan buena idea, que perdura todavía hoy:
¿Quién mejor que un escuadrón de gatos para mantener a raya a los ratones y otros animalillos ávidos de un buen lienzo? Hoy estos seleccionados felinos, que han mantenido su fiel cometido generación tras generación, son famosos a lo largo y ancho de Rusia, suman unos 70, cuentan con tres cuidadores a su cargo y hasta su propio jefe de prensa.
El museo Hermitage es visitado por miles de turistas al año para ver a los gatos que protegen los cuadros
El cineasta ruso especializado en cine de animación, Vasiliy Rovenskiy (Operación Panda, Operación Bebé Oso o El arco mágico, entre otras), dirige esta historia escrita por él y Gerry Swallow, creador de Ice Age 2, cuyo diseño de personajes ha corrido a cargo de Robin Joseph, director de arte de grandes éxitos como Mascotas, Los pingüinos de Madagascar o Gru: mi villano favorito.
Tenemos aquí un argumento altamente interesante , llevado a la gran pantalla de manera equivocada.
El público más sincero y crítico es sin duda el ocupado por los más pequeños de la casa, nuestros niños. Si una película de animación con este «currículo» no capta su atención y se aburren es sin duda una señal de alarma.
La primera parte de la película no llega a captar la atención necesaria tanto por diálogos ilógicos como por los dibujos de calidad dudosa.
Si la película esta pensada para una tarde de «dibus» en casa, tal vez logre captar la atención de los más peques, estos que aún solo miran la televisión sin entender bien lo que pasa, si la idea es captar la atención de niños de 5 años en adelante es sin duda una elección equivocada.
La moraleja de el respeto y la amistad por encima de todo, se entiende pero llegados a un punto se difumina tanto que una hora y diez minutos de duración resulta ser, demasiado tiempo.
Mila Marcos