Incendies. Retazos de buen Cine

‘Incendies’ es una fascinante y dura historia, una epopeya vital dónde la excelente fotografía, un sobresaliente reparto y una atractiva banda sonora están muy por encima de un pretencioso guión, algo falto de ritmo, que no consigue que el espectador empatize con sus sufridos protagonistas, y eso en este drama basado en la obra de teatro de Wajdi Mouawad, dónde dos gemelos reciben de su madre, después de su fallecimiento, dos cartas que deben ser entregadas a un padre al que creían muerto y a un hermano cuya existencia desconocen. Circunstancia que obliga a ambos a emprender un viaje al Líbano para localizarlos y encontrar respuestas a su existencia, supone un lastre que junto a su excesiva duración lo alejan de una excelencia pretendida, e incluso, en ocasiones, alcanzada, pero no sostenida durante la mayor parte del metraje.

En esas pretensiones, en ese regocijarse ante una muy buena idea, una lograda historia, quizás esté su mayor defecto; el director no consigue imprimir el ritmo adecuado, no seduce al asistente al espectáculo cómo seguro pretendía, cómo el propio espectador hubiera querido, y su genial desenlace no adquiere la dimensiones necesarias para causar el desasosiego que merece.

Aún así, en sus más de 120 minutos, contiene momentos de cine con mayúsculas, retazos de arte imperecedero y muestras de saber hacer. Ciertos pasajes, atentos al impactante ataque al autobús, perduran en la memoria y suponen un verdadero mazazo en la sensibilidad de los espectadores menos aguerridos. Quizás sus posos de buen cine no sean los suficientes, pero en una época dónde la taquilla vive inmersa en superproducciones Hollywoodienses, en remake innnesesarios, en secuelas dificilmente justificables, estos pequeños momentos de cine son joyas que no debemos dejas pasar, una oportunidad de disfrutar de una experiencia diferente, de un cine que seguro gustará a la inmensa mayoría.

Además unas grandes interpretaciones, un reparto muy bien seleccionado, dan mucho empaque a un conjunto hermoso, aunque duro, un largometraje bien terminado, que no encuentra el camino para seducir, para entretener, para arrancar al asistente de su cómoda butaca y convertir este viaje existencial en algo suyo, en una experiencia propia; esa chispa que convierte al séptimo arte en los que es, una experiencia única y en ocasiones irrepetible.

Rafael Calderón Luna. Nota: 7.