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Crítica de Convicto (Starred Up).
El director inglés David Mackenzie es el responsable de tomar las riendas, con mano firme, de este drama carcelario que cuenta entre sus mejores bazas con excelentes dosis de intensidad interpretativa gracias a su soberano reparto, a destacar al joven Jack O’Connell (’71, Invencible) y a Rupert Friend (Homeland), capaces ambos de aguantar estoicamente y sin parpadear la crudeza y el realismo de este psicodrama.
Eric Love (Jack O’Connell) es un adolescente muy problemático que ha sido trasladado de manera apresurada de un reformatorio de jóvenes delincuentes a una prisión para adultos. Allí pronto se convierte en el candidato idóneo para la rehabilitación de su irascible e incontrolable comportamiento, siendo admitido en un programa dedicado al control de la ira que está dirigido por un terapeuta de la prisión, Oliver, un voluntario que tratará de ayudar a Eric, aunque esto sea cada vez más difícil. La presencia en prisión de su padre pondrá las cosas todavía mucho más difíciles.
Pronto nos damos cuenta que estamos ante un antihéroe, un tipo duro que merece estar en prisión y cumplir su condena, un joven con el que resulta difícil empatizar y que esconde en su interior a un feroz animal poseedor de una ira incontrolable fruto de un oscuro pasado.
Mientras avanzamos en el metraje el director se aleja del convencionalismo y teje con acierto una tela de araña con la que nos atrapa impidiendo desviar nuestra atención de este singular personaje y de los acontecimientos que se desarrollan a su alrededor, hipnotizados desfilamos por el filo de la navaja en un descenso al infierno carcelario del que no se vislumbra luz alguna, ni la más mínima esperanza.
El guión de Jonathan Asser es un regalo que MacKenzie no desaprovecha, en su brutal envoltorio Convicto esconde una historia de distanciamiento, una relación padre hijo llevada al límite y un mensaje oculto en una botella, todo ser humano merece una oportunidad.
Un drama británico hiperrealista muy recomendable.
