Crítica de La Cumbre Escarlata
La película tiene una ambientación espectacular y las recreaciones visuales y los efectos son muy buenos.
Guillermo del Toro mantiene su fuerza en cuanto a lo visual pero falla en la narrativa.
El espinazo del diablo y El laberinto del fauno son las antecesoras de La Cumbre Escarlata para cerrar la trilogía que el director Guillermo del Toro creó en torno a los fantasmas y lo sobrenatural.
Con la última entrega el director ha tardado su tiempo, 9 años para crear su obra de cierre y culminación de su obra, eso sí ahora ya no dentro de una producción española si no enmarcada dentro de un trabajo mucho más enfocado al mundo Hollywood.
En Cineralia pudimos disfrutar de la película días antes del estreno gracias a Sensacine y a Universal, y estábamos deseosos de comprobar si el director pasados los años mantenía su garra dentro del género que nos iba a ofrecer en pantalla.
Edith es una joven entusiasta que quiere ser escritora pero que pone demasiado corazón en todo lo que escribe y no se lo publican. Además en su día a día tiene que luchar con un trauma de la infancia y sus pesadillas no cesan. Un buen día aparece un joven seductor que se hace un hueco en su corazón, arrebatándole ese lugar a alguien que lleva luchando por ocupar ese lugar desde la infancia. La repentina muerte de su padre hace que Edith caiga rendida en los brazos del misterioso Sir Thomas y ahora se irán a vivir a una casa muy tenebrosa y enorme con su ahora su nueva cuñada.
Todo es nuevo, pero hay algo que no cambia el pasado siempre se le hace presente, y en esa casa hay más espíritus de los que ella quisiera ver y que guardan muchos secretos.
La combinación que ha ejercido Guillermo del Toro en La cumbre Escarlata con mezclar amor y terror tiene una balanza muy desigualada, hay una historia que puede más que la otra y que la arrastra durante todo el metraje, invade el relato de amor por encima de todo. Aquí no encontramos nada nuevo, nada que nos sorprenda ni nos atraiga en exceso, meramente nos entretiene, y sobretodo visualmente, porque por momento el guión resulta flojo en contenido y sobre todo en diálogos.
El hecho que los actores puedan empatizar con el espectador cuando están en cámara individualmente pero que no lo hagan cuando tengan secuencias con otros compañeros da lugar a una confusión total, que hace que no llegues a entrar del todo en la película, la conexión entre actores no está lograda y por lo tanto no me creo esos personajes, influyendo también en ello lo anteriormente dicho de los textos.
Nadie va a quitar mérito a que la película tiene una ambientación espectacular y que las recreaciones visuales y los efectos son muy buenos, pero eso es todo lo interesante que me aporta el film, poco más.
Si profundizamos un poco más en la temática y rebuscamos algo más podemos ver que también está haciendo una evaluación de la superficialidad del ser humano, de cómo somos capaces de elegir más con los ojos que con el corazón, del egoísmo humano por encima de los más, pero son aportes más a que el guión se sustenta mucho más en lo emocional que en todo lo demás, al final el pasado, la historia de fantasmas queda olvidado casi por completo al ver el conjunto.
Por lo tanto solo me queda decir que sí, que Guillermo del Toro mantiene su fuerza en cuanto a lo visual pero me faltó fuerza narrativa para que fuera un buen trabajo para cerrar la trilogía.