Crítica de Ismael. Un puro despropósito plagado de buenas intenciones

Entre las películas que se estrenan en nuestro país este 25 de diciembre nos encontramos con una propuesta española Ismael de Marcelo Piñeyro que también está entre los guionistas junto con Verónica Fernández y Marcelo Figueras.

Ismael  (Larsson do Amaral), de diez años, se embarca en un viaje a Barcelona desde Madrid para conocer a su padre a quién nunca ha visto y casi no tiene referencias de él. El único dato que tiene es una carta que su madre guarda en secreto, donde está una dirección. Cuando llega a su destino se encuentra con una mujer distante que resulta ser su abuela, Nora (Belén Rueda) y a partir de ahí comienza una andanza para conocer a su padre (Mario Casas), una aventura para el pequeño y una vuelta al pasado para su madre y ese desconocido que es su padre. En todo este camino todos los personajes reabrirán pequeñas cicatrices emocionales que parecían estar olvidadas.

Hacía tiempo que no me encontraba ante una película que dijera que el plantel artístico en cuanto a actuación es casi un puro despropósito por su falta de feeling y que no te engancha pero en ningún momento a excepción de Sergi López. Todo ello comienza, sobre todo por el actor que encarna al niño que no trasmite nada, pareciendo que su actuación física va por un lado y sus palabras por otro no coordinando entre ellas, no empacando para nada en el personaje y eso hace, bajo mi opinión, un tanto o más que el resto en cierta manera se desequilibre, porque el eje central no es otro que él.

Se dibuja una balanza entre el amor pasional y ese amor que da la estabilidad emocional que en muchas ocasiones se prefiere por ser más constante, aquí está expuesto como algo tentador pero de lo que se huye el pasional, pero al mismo tiempo mostrado de una forma muy fría y por lo tanto no demuestra esa emoción con tanto ardor como requiere.

Aunque sí que es verdad que quién lo demuestra posiblemente que es Ella Kweku  sea la persona que mejor demuestra su guerra de sentimientos interior, pero eso al final se queda en su interioridad y le falta una de dos la complicidad de la otra parte Mario Casas o ella misma se queda corta, los diálogos son secos y distantes nada que pueda demostrar esa pasión de antaño.

Otro amor que está descrito en el guión de Ismael es el materno y fraterno, escondido bajo las mentiras o verdades ocultadas en un pasado por no querer hacer daño, pero si todo ello se hubiera contado de distinta manera puede que incluso hubiera sido verosímil pero el guión en ese sentido se ha quedado pobre y sin carisma. Al final lo único que destaca son las desavenencias familiares que parecen no tener una razón obvia tan oculta y siniestra que cuando sale a la luz no parece importante para la historia y debería ser algo revelador como dato a confrontar con la situación recreada.

Si alguien, en cuanto a actuación se refiere, salva en cierta forma la película no es otro que Sergi López quien con su frescura y naturalidad da un aire de vitalidad a la cinta que si no fuera de otra forma se hubiera quedado en totalmente lineal, y él hace que cada uno de los personajes puedan incluso sacar algo de sí mismos, sobre todo en el personaje que encarna Belén Rueda.

Posiblemente sea esta una cinta que con actores a sacar partido y empatizar con el espectador se ha quedado falta de sentimiento y de garra para captar la atención y la familiaridad de sentimientos cotidianos como el amor a toda escala.

Marcelo Piñeyro, es un director y guionista argentino que oscila entre su ciudad natal y España a la hora de grabar nos ha regalado títulos como Kamchatka, El Método y Las viudas de los jueves con gran atino pero aquí en Ismael algo ha quedado por hacer para que el mensaje llegara bien, buenas intenciones,  en cuanto a temática, que se quedan por el camino.