Puntuación:
La debutante Yolanda Centeno ofrece un sentido drama que sustituye en muchos casos los diálogos por silencios y miradas.
Tras el verano, la ópera prima de Yolanda Centeno como directora de largometrajes, sorprende por un aspecto que debería ser esencial en toda película. La realizadora decide utilizar en muchas ocasiones las miradas y los silencios para expresar emociones sin usar en exceso los diálogos para expresar sentimientos. Así, por ejemplo, somos conscientes de la ruptura de la pareja protagonista a través de los silencios incómodos y la particular relación casi maternal entre la mujer protagonista y el hijo del que fue su novio sin demasía las palabras.

Gran parte del mérito recae en una estupenda Alexandra Jiménez, que pone de manifiesto un potencial dramático quizá poco explorado, debido quizá al éxito de unas comedias que le han convertido en una de las estrellas del cine español. Igualmente meritorio es el trabajo del niño Alejandro López, que muestra una estupenda compenetración con Jiménez para hacer creíble el cariño entre ambos. También resulta interesante que se explore un tema poco sentimiento de la maternidad más allá de la mera vinculación biológica.

No obstante, la cinta recae en una ciertas reiteraciones, además de perfilar de manera insuficiente a los personajes que se encuentran alrededor del pequeño y su particular madre «postiza». Resulta especialmente deficiente cómo está perfilado el padre del pequeño, encarnado por un eficiente Juan Diego Botto, o la nueva novia de la protagonista, a la que da vida una recuperada Ruth Gabriel.

Pese a sus defectos, Tras el verano es una más que estimable ópera prima que deja patente la sensibilidad y el buen hacer de una directora a la que habrá que seguir la pista.