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Cumplir la expectativas es lo que pretendía este thriller, volver a embaucarnos en el género era el reto de esta película que lejos de embarcarse en un solo territorio, toca sin demasiado éxito varios de ellos.
Tras una temporada en Pekín, Roy y Jessie, deciden viajar hasta Moscú en el mítico Transiberiano, el ferrocarril que une la Rusia europea con las provincias del lejano Oriente ruso, Mongolia y China.
Aunque la gente que viaja en el gigantesco y algo tétrico tren es bastante extraña, la pareja no tarda en entablar relación con sus compañeros de compartimiento, Ian y Abby. Sus caminos se cruzarán con el del inspector Grinko, que investiga el asesinato de un narcotraficante.
La historia es de primeras atrayente, la incorporación de los personajes pausada pero sin fuerza, sin garra, como dejándolos caer, en una narración clara pero que no favorece a la ambientación Hitchcock que se pretende dar, aún así en ocasiones se consigue, aunque son las menos y llegan con cuentagotas.
Los personajes secundarios cumplen su cometido de manera convincente pero sin perdurar en la memoria y la cinta transcurre en un devenir sin garbo, dónde solo la inquietud y la necesidad de saciar nuestra curiosidad nos llevan a un final efectivo que da una falsa sensación de satisfacción transitoria que no sirve de acicate para recordarla.
Por destacar en este olvidable thriller, quizás la ambientación, los momentos dónde el suspense toma las riendas de los acontecimientos, sin duda los más apetecibles, aunque la sensación de ya vista la lleva a perder fuelle, aunque un reparto resultón por lo menos no empeora el resultado final.
Mejorable en la dirección, sin duda alguna, solo recomendable para adictos al thriller sesentero que en estos tiempos es tan dificil de ver.
6,2 sobre 10.
Rafael Calderón Luna.
