Es el protagonista de `Pozos de Ambición´, una película de Paul Thomas Anderson en la que se convierte en un ambicioso capitalista petrolero. La cinta competirá con la de los hermanos Cohen en los Oscar.
La película `Pozos de ambición´, de Paul Thomas Anderson, acaparó la primera jornada a competición de la Berlinale, apuntalada en un grandioso Daniel Day-Lewis encarnando la maldad del capitalismo petrolero y otros diablos de este mundo.
Anderson, Oso de Oro por `Magnolia´ en el 2000, dejó claro que lo suyo no es la falsa modestia: «Por supuesto esperamos todos los Oscar, incluso aquellos para los que no somos candidatos», dijo el director, bromeando con sus ocho designaciones a estatuilla.
`Pozos de ambición´, principal rival del `No es país para viejos´ de los hermanos Cohen en la carrera por los Oscar, tampoco entra en el concepto de lo modesto. Day-Lewis no escatima en interpretación, sino que personifica hasta lo demoníaco su papel de hombre que casi se deja la vida perforando pozos de petróleo y a quien por tanto no interesa la integridad de la ajena.
«A veces cuesta lo suyo, pero con Anderson uno acaba encontrando el camino para explicar lo que quiere», dijo el actor, quien en Berlín demostró que no sólo arriesga en la interpretación, sino también en el atuendo: una llamativa camisa blanca y negra, con grandes flores rojas estampadas.
«Hacer un film es como perforar un pozo petrolífero. Uno no sabe si saldrá algo, pero sigue perforando, como si le fuera la vida en ello», dijo el director.
`Pozos de ambición´ refleja un capitalismo petrolero que el único principio al que atiende es al de embaucar al hombre del campo y comprarle la tierra a precio de prado de perdices para extraer oro negro.
Lo importante es sentir un océano de petróleo bajo sus pies, el resto es material de desecho.
Un negocio que sólo puede funciona desde la absoluta falta de escrúpulos y que florece si se pacta con el diablo. Es decir, el fanatismo religioso, encarnado en la película por la Iglesia de la Tercera Revelación aunque podría ser también cualquier otro fundamentalismo engatusador.
La película de Anderson reposa sobre la espalda poderosa de Day-Lewis, a su vez viejo conocido de la Berlinale, que en 1993 tuvo también su Oso de Oro por «En nombre del padre» de Jim Sheridam.
Vía| diariodeibiza.es