Puntuación:
Sugerente drama familiar combinado con elementos del cine de maldiciones y sectas que triunfa cuando apuesta por la sutilidad.
Hay películas de miedo que se conforman con ser una sucesión de sustos al estilo del tren de la bruja. Otras, por el contrario, prefieren crear un clima enrarecido e irrespirable, como ocurre en Hereditary.
La ópera prima de Ari Aster destaca por su cuidada planificación y un extraño ritmo denodadamente lento para los tiempos que corren.
En muchos aspectos, aunque no los estrictamente argumentales, la cinta se emparenta con el clásico de los setenta que tanto admira el director: Amenaza en la sombra. Aquella recordada película de Nicolas Roeg abordaba una tragedia familiar sazonándola de elementos terroríficos y logrando que cada fotograma transmitiera el ambiente malsano necesario
Aster no se lo pone fácil al espectador acostumbrado al género de terror más sangriento y directo. En vez de mostrar los aspectos más truculentos de la manera más obvia prefiere dilatar cada una de las secuencias logrando que el espectador aumente más si cabe su estado de inquietud.
Hay algo en el trabajo de Aster que recuerda al del mejor Roman Polanski, ese que creaba atmósferas irrespirables.
Los personajes se convierten en muñecos movidos por extrañas fuerzas. Son poco más que las miniaturas que construye la progenitora, a la que da vida una memorable Toni Collette, que observa cómo su clan va poco a poco desapareciendo.
Por otra parte, el filme lanza una oscura mirada sobre la institución familiar, mostrada como nido de secretos y mentiras poco confesables.
No obstante, como ocurre en tantas películas de género, su efectista desenlace no está a la altura de la sutilidad de la que hace gala en gran parte de su metraje. A pesar de ello, Hereditary logra destacar por ser una rara avis dentro del adocenado terror de la segunda década del siglo XXI, donde reinan las franquicias, remakes y plagios de todo tipo.