Eva, una juez con mucho futuro, lleva años entregada exclusivamente a su profesión. Cree profundamente en la justicia y no está dispuesta a hacer concesiones, vengan de donde vengan. Un día le toca instruir el asesinato de una bailarina de striptease. Y ante ella aparece un testigo del caso, el novio de la víctima, Rocco, un gigoló solícito y amable que está dispuesto a ayudarla.
A cambio, Eva tendrá que darle algunas claves de su propia identidad. Pero la vida íntima de Eva es un misterio, una caja fuerte que nadie sabe cómo abrir. Nadie excepto Rocco, un gigoló especializado en mujeres esquivas y solitarias…
Mariano Barroso nos presenta un thriller de intriga apostando por dirigir todo el film en torno del personaje principal interpretado por Leonor Watling (Eva), olvidándose un poco del resto de la trama y sin centrarse demasiado en la trama policial; un movimiento poco acertado según mi opinión pese a destacar la interpretación de dicha protagonista.
La vida metódica de la jueza, la pasión de su vida (el trabajo), los fantasmas que la persiguen, etc, son el motor de la historia, que pese a un comienzo digno de una película de suspense, la dejadez del director de cine en centrar la trama en la investigación va creando aguas en un guión que avanza lento y se acaba convirtiendo en algo espeso.
El personaje de Miguel Ángel Silvestre no llena, interpretación correcta; poco acertados sus diálogos teniendo en cuenta que provienen de un gigoló, su personaje en la película. Poca química entre la pareja, me esperaba mucha más pasión en las escenas más eróticas que dejan un tanto fría.
En resumen, no consigue elaborar en su totalidad una película policiaca ya que la resolución del asesinato se intuye a mitad del film y tanto se centra el director en el personaje principal que realmente se pierde todo el interés en el caso.
Decepcionada ante un argumento original que se queda a las puertas de ser una buena película de suspense.