Crítica de cine. ‘El Muerto y ser feliz’.
Javier Rebollo como buen cineasta irreverente ante el sistema no lo ha dudado y se ha lanzado a la piscina simplemente por querer hacer cine en mayúsculas, en el que él cree y que desde luego aunque desea que tenga buena acogida entre el público no lo espera, para él es todo un logro y un reto llegar a las pantallas tal y como tenemos el panorama actual cinematográfico.
Santos (José Sacristán), una asesino a sueldo español, está ingresado en un hospital argentino por un tumor, para tratar sus dolores. El no quiere pasar el resto de sus días en ese lugar, y ni siquiera en su casa, coge la maleta y su viejo Chevrolet y abre rumbo hacia un destino que no sabe muy bien donde le llevará; eso si hay un trabajo que tiene que realizar, pero que nunca terminará.
En el camino se encontrará con Érika (Rosana Blanco), una mujer que huye de un futuro que no le apetecía aceptar; con lo cual ambos sin rumbo fijo emprenderán un viaje por unas carreteras de pueblos de la Argentina. Como bien dice el director de cine en la rueda de prensa, nunca sabremos si el protagonista ha sido un realidad un asesino a sueldo por más que se vuelque en intentar recordar los nombres de sus víctimas, todo puede que sea de su pura imaginación, de los analgésicos como poco, como si de un D. Quijote se tratase en busca de esos molinos que algún día vio.
Esos molinos no son otros que las supuestas personas que Santos ha asesinado a lo largo de su vida y que hoy en día le atormentan como si de gigantes fuesen y le amenazasen. Por otro lado su Dulcinea no puede ser otra que su propia libertad y felicidad, esas metas que quiere tener en la vida y que quiere ganar en ese viaje, aunque ser feliz sea simplemente el final.
Las carreteras por las que se bifurcan los avatares de estos dos personajes, no son otras que las líneas que cada uno escribe de su vida. La descripción narrativa de lo que han pasado reflejado en un viaje que los une y los desune al mismo tiempo, cada uno con su historia, cada uno con su pasado, pero con un eje en común ganas de soltar lastre que ambas espaldas llevan cargando durante años, y que dejándolo piensan les dará felicidad.
El género de la cinta es difícil de definir, road movie, drama, algunos dicen que tienen toques de western, pero lo que más me ha gustado es como un amigo del director lo ha definido: ‘un genero torcido’, y puede que la expresión sea buena, ya que cómo encasillamos un cine que no sabemos muy bien donde nos quiere llevar, si no que nos deja muchas puertas abiertas para imaginar.
La interpretación de José Sacristán en increíble, el papel en el que menos habla de toda su carrera, porque los diálogos son escasos, pero que lo dice todo con sus movimientos, con sus miradas, esa gesticulación que encaja a la perfección con su personaje, casi ausente pero expectante al mismo tiempo, incluso trasmite nostalgia por esos días pasados de gloria que algún día tuvo y que sabe que no volverán. No es de extrañar los premios que está recibiendo y veremos si no se lleva el Goya a casa.
Una parte que en algunos momentos chirría, o al menos así me lo pareció a mí, es la voz narrativa de la película, porque piensas que va a ser unos minutos, pero no, la voz está presente durante toda la proyección y acaba siendo un personaje más. Personalmente hay momentos de esa voz que eliminaría, ya que se acaba acoplando de tal manera que no te deja disfrutar de algunos aspectos del guión.
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