«Ayer no termina nunca», que se estrena en cines este viernes 26 de abril, es una adaptación libre y reivindicativa de la obra «Antes te gustaba la lluvia» de la autora holandesa Lot Vekemans, y dirigida en el teatro por Miguel Ángel Solá, en ella se plantean las preguntas: ¿Cuándo se acaba de sufrir? y ¿Cómo afrontamos ese dolor?.
Isabel Coixet ha querido envolver esta historia en un contexto seudoapocalíptico y ha hecho una especie de profecía de cómo estaremos en el 2017, acuciados por una crisis que de ser así asusta saber que dentro de cuatro años todo esté peor si cabe. La película es para los amantes del teatro, no deja que nada distraiga al espectador, el decorado frío acentúa los diálogos entrando poco a poco por los poros de la piel y a medida que se intensifica te abre las carnes.
Con tan solo dos personajes y un decorado de arquitectura sobria Isabel Coixet se ha permitido el lujo de exponer a dos felinos interpretativos y desnudarlos a jirones ante el espectador, dejándolos crecer en cada fotograma para poner sobre la mesa algo tan delicado como es el de remover un pasado lleno de heridas abiertas. En «Ayer no termina nunca», Coixet deja de manifiesto que cada uno lleva su pena y su condena de una manera distinta, y que cualquiera de las opciones es respetable, tanto la de aferrarse al pasado como la de mirar hacia adelante.
El film cuenta la historia del reencuentro de una pareja protagonizada por Candela Peña y Javier Cámara, que tras cinco años de ausencia, tienen que volver a verse por un motivo personal importante. La muerte de su hijo pequeño en un hospital a causa de los recortes de la crisis abre las grietas hilvanadas por el tiempo y les lleva de vuelta a los recuerdos para restregarse en el barro del dolor. Isabel Coixet vuelve ahondar en ese dolor como ya lo hizo en «Mi vida sin mí» sacando lo mejor de estos actores.
La maestría interpretativa de Candela Peña va a ser el comienzo de una etapa imparable de trabajo que no va hacer falta que reivindique públicamente. A Javier Cámara se le nota frío al principio pareciendo más el actor de Siete Vidas pero que a medida que la película se carga de drama va creciendo hasta llegar a la calidad a la que nos tiene acostumbrados.
La profundidad e inteligencia de los diálogos llega a asustar por su contenido metiendo el dedo en la llaga hasta quemar, va aumentando en intensidad como un buen polvo. Coixet ha expuesto a dos personajes que se aman a pesar de su dolor y eso se trasmite, tanto que hay escenas en que las lágrimas afloran sin control en los espectadores más sensibles, síntoma de que lo que se está haciendo llega. Los matices reivindicativos no empañan la trama principal tan solo la adornan. Los silencios son parte importante de la película, ha jugado con ellos dándole una carga delirante tan solo rota por ciertas imágenes desprevenidas que dan un respiro a ese escenario que se hace adusto. La banda sonora es tímida pero siempre de referencia con Isabel, aquí da poco pero bueno, nos tenía mal acostumbrados con joyas como Antony and the Johnsons en «La vida secreta de las palabras».
«Ayer no termina nunca» recuerda un poco en esencia a «Tenemos que hablar de Kevin», pero en este caso aparecen dos interlocutores que se miran y de que manera. El trabajo es de primerísima calidad, una lucha entre el miedo y el amor, llena de cinismo, pudor y reproches.
Tenemos ante si una película de culto para los amantes del cine con mayúsculas, el cine que se hace aquí y del que nos tenemos que sentir orgullosos, el cine que trasmite, que toca el corazón, el que remueve los cimientos.
Una Crítica de cine de Antonio Arenas. Nota: 8
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