Este fin de semana la cartelera parece que se llenó de operas primas además de la española “Insensibles” le tocó también el turno a “Un invierno en la playa” del director americano Josh Boone, debutando con una comedia dramática y siendo suyo también el guión.
Bill Borgens (Greg Kinnear) es un brillante novelista que está en un dique seco a la hora de escribir después de su separación con Erica (Jennifer Connelly), puesto que él todavía no ha superado que su mujer le dejara por un hombre más joven, y cada año en una comida familiar sigue poniendo un cubierto para su ex mujer, pensando que ella volverá.
Sus hijos Samantha (Lily Collins) y Rusty (Nat Wolff) han heredado su faceta de escritor, y de hecho a su hija le han publicado su primera novela, siendo toda una fiesta este logro por parte de ella. Esta alegría no la comparte con su madre, pues su distanciamiento se acrecienta con el paso del tiempo; y es ahí cuando el Bill se da cuenta de todo el tiempo que lleva sin escribir y el porqué.
Siempre tendremos a relativizar los problemas y en este guión cada personaje tiene algo que esconder emocionalmente por no hacerse daño ni a él ni a los demás, los problemas escondidos parecen menos problemas, parece que la luz los alteraría o podría ser todo lo contrario. Aquí sobre todo destaca el conflicto existente entre madre e hijo y el comportamiento de ésta segunda daría mucho de sí para psicoanalizar porque lo que a ella no le ha gustado de su madre casi lo está repitiendo en su conducta, aunque ella piense que sigue los pasos de su padre.
En el guión de «Un Invierno en la Playa» se esconden los recovecos del término de la verdad, una palabra a veces ultra valorada o infla valorada, dependiendo del perfil con el que se mire, pero a veces necesaria para formarse una idea con respecto a hechos concretos. En esta trama exactamente cuando se desvela un secreto, una verdad para algunos, hará replantearse al eje central de esta historia, la hija, muchos de sus actos y de lo que juzgado a lo largo de unos años adolescentes donde su carácter y madurez se ha forjado con una idea equivocada de sus referentes, y haciendo de esta manera que se tambalee su mundo.
Un guión que oscila entre el drama y la comedia, no sabiendo por qué género decantarse, será algo que posiblemente haga el espectador y que dependerá del estado de ánimo o gusto de cada uno. Lo que sí que es evidente es lo que trasmite la cinta, esas emociones recogidas en los personajes que empacan a la perfección con las escenas mostradas, haciendo que el espectador se ponga contra las cuerdas y haga que se deslice por un universo de emociones que suben y bajan cual montaña rusa de sentimientos; con cambios que rompen la armonía supuestamente existente en unas vidas cotidianas mostradas.
Evidencia de que el pasado influye en armarse y formarse en la vida, todo acto bueno, malo o regular deja huella en nuestro ser, aunque uno no lo quiera; aquí ese pasado oculto por no hacer daño, hará sacar lo mejor y lo peor de cada personaje, dejando al descubierto al final las debilidades de cada uno. La ocultación de hechos a veces distorsiona una realidad necesaria de saber para juzgar sin ser juzgado, porque nadie puede ser verdugo del otro, metafóricamente hablando, y mucho menos si no conoce todo lo acontecido.
Cuando el callar perjudica en lugar de beneficiar quiere decir que nos hemos equivocado en esa decisión, esa fue la reacción de los padres ocultar la razón de no echar la culpa al contrario de sus actos por lo sucedido llevó a malos entendidos a malas relaciones innecesarias. Aquí una mentira piadosa forjó una distancia entre madre e hija difícil de superar sin tener que poner todas las cartas en la mesa.
Secuencias con mucha ternura paternal y maternal, con diálogos interesantes, a veces incluso agresivos conteniendo ira y rencor, pero inteligentes, de los cuales podremos sacar buenas conclusiones al finalizar la proyección. Porque aquí aunque la trama parezca banal y superficial esconde entre sus entresijos un dilema moral de la verdad y la mentira de su necesidad y sus repercusiones.
No hay que poner ningún reproche a las actuaciones, todas estás bien metidas en su personaje dándole a cada uno su enfoque particular. Lilly Collins con su papel puede ir desde lo más tierno hasta sacar la parte más brusca emocional en su semblante. Jennifer Connelly en su papel de madre abnegada mantiene su tipo y elegancia en una actuación donde la contención es su plato fuerte. Y Greg Kinnear como ya nos tiene acostumbrados en la mayoría de sus papeles navega entre lo dramático y la comedia, sin variar su semblante, es marca de la casa algo propio en sus actuaciones.
Una Crítica de Cine de Susana Peral.
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