Llega a la gran pantalla una película brasileña encasillada en el genero gay, como si eso no estuviera superado, me gusta más catalogar este tipo de trabajo como un drama romántico.
En Luna en Brasil hablamos de una relación amorosa y el amor no hay que encasillarle en géneros porque no entiende de eso, entre otras cosas porque llega como un torrente y sálvese quien pueda.
Este amor que cuenta en Luna en Brasil su director Bruno Barreto es una historia real entre la poetisa americana Elizabeth Bishop ganadora de premio Pulitzer, una mujer que rebosa delicadeza, fragilidad y ternura, contrastando con el derroche de energía y magnetismo que desprende la arquitecta brasileña Lota Macedo Soares, una mujer con mucha influencia en su país por trabajos tan importantes como el Parque del Flamengo.
Todo en esta película está envuelto en una estética cincuentera llena de luminosidad, fundida en decorados arquitectónicamente estudiados. Los personajes tienen dos puntos diametralmente opuestos que no son otros que la poesía en forma de pasión que pone Elizabeth y la razón que ejerce con precisión Lota, esos dos puntos reinan durante todo el drama con unos personajes valientes que toman decisiones a pecho descubierto.
Luna en Brasil es glamorosa. Recuerda a Un hombre soltero de Tom Ford en la estética y en su buena banda sonora. Nos adentra en la clase media alta brasileña con juegos de seducción, relaciones ocultas y triángulos amorosos que luchan por conseguir el vértice de arriba.
En contrapunto se puede decir que la historia en sí se queda en un drama sucedáneo, algo encorsetada, donde se tocan temas de gran calado pero de una manera muy superficial, presume de un guión pausado que va en aumento. Se echa de menos algo más de pasión y sensualidad. Pero claro igual La vida de Adele puso el listón demasiado alto. Quizás ese retraimiento y represión puede que sea influenciado por las convicciones católicas de un país con el mayor número de católicos del mundo, es probable que la iglesia ejerza cierto influjo.
Luna en Brasil es también un paseo por el panorama político del Brasil de los años cincuenta, una época convulsa.
Las actrices defienden muy bien sus papeles, Gloría Pires tiene magnetismo, es muy racial, trasmite la seguridad y la influencia que ejerce sobre todas las personas que la rodean. La actriz australiana Miranda Otto con esa piel blanca aporcelanada cautiva con su aparente fragilidad y empatiza con el espectador. Tracy Lynn Middendorf la tercera en discordia de este triangulo amoroso está a la altura interpretativa de sus compañeras de reparto adoptando el papel de traicionada que le toca.
Otra película más donde se dan todos los pasos del amor, desde la pasión de un huracán hasta el declive, pasando por los miedos, los celos y la melancolía. Recomendable.
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