Crítica de Elsa y Fred
Una película muy agradable, dulce, encantadora, de las que te recuerdan el placer de ir al cine.
Lo mejor el duo de ases protagonista, dos actores que nos dan una auténtica lección interpretativa.
Esta película es una nueva versión de una cinta argentina y española protagonizada por el desaparecido Manuel Alexandre allá por el 2005. Nunca he visto la cinta predecesora, pero con este remake americano, lo he pasado fenomenal, me ha dejado muy buenas sensaciones y creo que supondrá un soplo de aire fresco para un verano que viene cargado de blockbusters muy comerciales, porque no a todo el mundo le gustan las mismas películas.
Desde luego, esta película encantará. Ante todo, no deja de ser un drama, pero no es de esos que nos buscan la lágrima constantemente. Es una historia con un punto triste que, al mismo tiempo, se adereza con toques cómicos y momentos de ternura que nos dejan la sensación de querer comernos el mundo. Y es que, en estos tiempos de crisis, conviene olvidarnos de vez en cuando de nuestra realidad.
Es la historia de Elsa y Fred, como bien indica el título, dos ancianos que pasan por momentos duros. Ella tiene una grave enfermedad, y él acaba de perder a su mujer. Con todo y con eso, quizás es Fred (Christopher Plummer) el que tiene la situación más complicada, porque tras más de veinte años de matrimonio, comienza a preguntarse si en algún momento, él y su esposa fallecida, se han querido de verdad. Una crisis existencial que le conduce a una pequeña depresión y a querer encerrarse en sí mismo. Además, su hija (Marcia Gay Harden) y su repelente marido (Chris Noth) no ayudan mucho a que él tenga esperanzas y ganas de vivir. Pero esta situación cambia cuando Elsa (Shirley Mcclaine) entra en su vida. Las ganas vivir la vida como si esta fuera la Dolce Vita de Fellini que tiene Elsa, sacarán a Fred de ese agujero personal.
El duo de ases protagonista, dos actores que nos dan una auténtica lección interpretativa, está acompañado de secundarios de lujo como Scott Bakula, al que vemos ahora en NCIS Nueva Orleans, o Wendell Pierce, ese saxofonista de jazz que inundaba el Treme de belleza musical.
Una película muy agradable, dulce, encantadora, de las que te recuerdan el placer de ir al cine.