Esta edición ha estado trufada de una excelente muestra del cine de género producido en Asia con títulos muy importantes.
El cine asiático siempre ha gozado de una presencia abundante en el Festival de Sitges, que año a año se ha ido consolidando como uno de los escaparates más importantes a nivel mundial del género fantástico de este continente. Lo demuestran, por ejemplo, el estreno europeo del díptico live action de Attack on Titan o el estreno mundial de la esperada película I am a Hero.
Es relevante también que la sección Focus Asia, habitual del festival, haya desaparecido por el hecho de que el cine asiático se va filtrando cada vez más en todas las secciones, motivo por el cual ha dejado de tener sentido programar una sección específica para ello; o la casualidad (o no) de que los últimos dos años dos cineastas de referencia como Takashi Miike y Sion Sono hayan recibido en Sitges un premio honorífico, la Máquina del Tiempo, por su trayectoria.
Esta edición ha estado trufada de una excelente muestra del cine de género producido en Asia con títulos importantes que vamos a repasar a continuación y, además, con otros que no hemos podido ver pero que han tenido una acogida excelente por parte del público y que también merecen una mención. Es el caso, por ejemplo, de Parasyte –partes I y II– de Takashi Yamazaki, Tag de Sion Sono, Journey to the Shore de Aki Kurosawa, Cemetery of Splendour de Apichatpong Weerasethakul, Miss Hokusai de Keiichi Hara (premio a la mejor película de animación del festival), Baahulabi de S.S. Rajamouli o Veteran Ryoo Seung-wan (premio Focus Asia a la mejor película asiática).
A continuación, repasamos los títulos que sí hemos visto, que incluyen tanto nombres conocidos, grandes descubrimientos y un par de obras maestras.
I am a Hero o cine de zombies de altos vuelos
La película galardonada con el premio del público en Sitges 2015 es todo lo que Guerra Mundial Z habría deseado ser: una película de las que renueva la fórmula del género de zombies, con un ritmo trepidante, acción de primer nivel, protagonistas carismáticos y la irrupción de un héroe cotidiano dentro de un evento apocalíptico de gran escala.
La adaptación del popular manga de Kengo Hanazawa nos presenta a un dibujante de manga que ve como su vida de derrumba en el sentido más literal: su pareja no le quiere, la profesión no le sonríe y no encuentra la ocasión de hacer nada de lo que se le da bien hasta que ocurre un suceso inesperado: su novia se le lanza encima convertida en un monstruo infectado.
Lo bonito de este principio es que la película construye un personaje por quien un apocalipsis zombie no es una hecatombe, sino un nuevo mal con el que lidiar, además de una oportunidad para ser decisivo en una nueva realidad en la que las buenas personas son más necesarias que nunca.
El héroe cotidiano surge del caos en un mundo lleno de horror y de gente que necesita ser salvada, y esta es la historia que cuenta Shinsuke Sato con I am a Hero. La película está especialmente inspirada en su primer acto (a nivel de ritmo, dirección y montaje es magistral) y en un tramo final donde el exceso y el descontrol se apoderan del film, que había caído en cierto ostracismo en unos minutos intermedios que, sin embargo, no empañan el conjunto.
Coin Locker Girl o El Padrino y el girl power
El director coreano Han Jun-hee es el nombre propio con el debut más impactante y prometedor de un cineasta asiático este año. Corea del Sur se conoce a nivel internacional por la depurada factura de su cine de acción, pero a medida que el público occidental hemos ido ampliando horizontes hemos descubierto auténticas joyas dentro del thriller como es el caso de esta sorprendente Coin Locker Girl.
Lo primero que llama la atención es que la dupla protagonista está formada por dos mujeres, Kym Hye-soo y Kim Ko-eun, que realizan dos interpretaciones de altos vuelos. Una como la huérfana abandonada en una taquilla de una estación de metro, la otra como matriarca y jefa absoluta de una organización mafiosa.
La película, a pesar de partir de un argumento clásico del thriller de venganzas, recorre caminos interesantes entre las dos protagonistas; caminos que van desde la confrontación padre-hijo del clásico héroe campbelliano, pasando por el duelo generacional o la lucha de poder fratricida de la saga de El Padrino, y todo trufado por un componente pro feminista muy poco habitual en el cine oriental.
Yakuza Apocalypse o Miike desencadenado
Uno nunca sabe que le va a deparar cada año el bueno de Takashi Miike. Hijo favorito de Sitges, presente cada año con dos o tres películas, este año ha ofrecido su faceta más libre y gamberra. Con As The Gods Will se planta con un cuento macabro lleno de monstruos y su característico humor negro, mientras que en la película que nos ocupa, Yakuza Apocalypse, nos deleita con un cóctel de serie B sin complejos.
Yakuzas vampiros, guerra de mafias, crítica social, monstruos y disfraces eclécticos son los ingredientes de esta película dominada por la locura, tan eficiente cuando deriva hacia el drama y la violencia, como hilarante cuando se entrega a la auto parodia y el ridículo sin necesidad de justificarse. Por una sencilla razón: Miike, a parte de un cineasta de primer nivel, es un alma libre que glorifica el género en todas sus formas.
Yakuza Apocalypse no es de las películas que recomendaría dentro de filmografía del director, pero sí que es una de las que algún día voy a tener en cuenta para reivindicarlo y poder decir que esto solo lo hace un loco o un genio, y Miike es ambas cosas.
Love and Peace o la loca fábula de Sion Sono
Si se tuviera que resumir Sitges 2015 en un nombre, sin duda este es el de Sion Sono. No solo por el reconocimiento a su trayectoria con un premio Máquina del Tiempo del festival, sino porque presenta tres películas que, aun estando lejos del nivel de sus mejores obras, son una prueba irrevocable de que Sion Sono es uno de los directores más versátiles, prolíficos e identificables del panorama internacional.
Su cine funciona a todos los niveles, tanto en el fantástico sangriento de Tag, como en la película que nos ocupa: una fábula sobre el amor fraternal y el lado oscuro de los deseos.
Love and Peace nos muestra al Sion Sono más sentimental (en un sentido positivo, ya que películas como Love Exposure y Guilty of Romance tienen un fuerte componente emocional de corte siniestro) hasta la fecha, un autor que deja en segundo plano su tendencia al exceso para reivindicar su imaginería presuntamente inagotable.
La música, las aventuras, la nostalgia infantil, la mitología popular y la amistad trufan esta obra tan marciana como encantadora que, sin ser una obra cumbre dentro de la filmografía del director, es una de las más accesibles y sin duda la más entrañable de todas.
Fires on the Plane o la muerte del cine bélico
Si tuviera que reducir el cine bélico en tres películas de la historia del cine, estas serían Platoon, Apocalypse Now y Fires on the Plane.
Hay muchas películas bélicas, la mayoría de ellas centradas en mostrar las cicatrices de la guerra y otras la épica que hay en su perpetración (la recurrente historia del soldado que lucha orgulloso por su país), pero pocas se atreven a mirar sin pestañear las heridas sangrantes y el dolor del que las sufre como lo hicieron Oliver Stone y Francis Ford Coppola en su momento, o como ha hecho Shinya Tsukamoto con esta película.
En realidad, Fires on the Plane es un poco un cruce de las dos películas. A pesar de ser una visión desde el lado japonés y de que cambia la guerra de Vietnam por la II Guerra Mundial (la que en definitiva fue el Vietnam particular de los nipones), Tsukamoto combina la idea del enemigo en casa de Stone con el delirio infernal de los personajes de Coppola.
Con su puesta en escena deliberadamente feísta (la cámara moviéndose de forma imposible, la foto conscientemente descuidada, la crudeza de la violencia, la pesadez del ritmo…) Tsukamoto nos introduce en el viaje de un soldado japonés, un escritor antes de la guerra, que intenta volver a casa por su propio pie después de ser abandonado, junto con su pelotón, en territorio enemigo.
El interés del director japonés es mostrar el infierno físico y psicológico de este soldado en su periplo, a veces taciturno y perdido, en el que se va encontrando como el hombre va perdiendo su condición de animal racional. Y es que, ¿qué es un fuego en el avión, si no la señal de la destrucción del lugar seguro?
Fires on the Plane, por su radicalidad y su valentía, es una obra maestra culminante dentro del cine bélico.
The Assassin o el cine pictórico
Segunda obra maestra. Hou Hsiao-hsien ganó un premio a la mejor dirección en el pasado Festival de Cannes gracias a esta obra de arte tan clásica como experimental y marciana. Calificar The Assassin de película es osado porque la sensación que uno tiene al verla no es la que estamos acostumbrados a vivir dentro de una sala de cine, y es que The Assassin, por encima de otra cosa, es una experiencia.
Rodada en formato 4:3 (excepto un solo plano en toda la película), con fotografía digital y una exuberancia visual incomparable; Hsiao-hsien nos invita a fascinarnos con su visión poética y épica de la China medieval. Es puro cine pictórico en el que el poder de las imágenes resulta tan abrumador que el resto (diálogos, argumento, sonido) no es más que simple ruido.
Si uno entra en el juego, a la que el color inunda la pantalla tras el prólogo en blanco y negro, se olvidará de intentar seguir la historia y empezará a deleitarse por versos en forma de cuadros en movimiento.
Durante las vanguardias del siglo XX, tanto europeas como asiáticas, muchos autores defendían el cine como una evolución de la pintura y de la fotografía. Es decir, como un arte en el que el placer de la contemplación estaba por encima de las historias. Ahora, en pleno siglo XXI y en apogeo de las películas seriadas y las secuelas compulsivas, Hou Hsiao-hsien nos recuerda que esta idea romántica de antaño todavía es posible.
Ryuzo and his Seven Henchmen o la eterna juventud de Takeshi Kitano
Takeshi Kitano, incluso con su película más accesible en años, deja detalles de su maestría y de su importancia en el cine japonés de las últimas tres décadas.
En esta especie de mescolanza entre Space Cowboys y su Outrage, Kitano se coloca a sí mismo como un espectador ajeno a una historia de enfrentamiento intergeneracional. Es importante este matiz porque él mismo podría haber interpretado a cualquiera de los protagonistas, pero no. Kitano es un agente de policía que aparece para mirar con cierto desdén ambos bandos de una batalla: por un lado, los ocho integrantes de esta nueva vieja Yakuza que conforman Ryuzo y compañía y, por el otro, una nueva mafia nacida en el seno de una gran corporación.
Los términos en los que se mueve Kitano son variopintos. En su vertiente más interesante, ofrece una visión una visión muy particular sobre la dualidad entre lo viejo y lo nuevo a muchos niveles. Desde la reivindicación del viejo cine de yakuzas (sobre el cual Outrage ya ofrece una visión nostálgica) hasta la reivindicación moderada del viejo crimen con escala de valores, frente a un nuevo criminal amparado por la legalidad corporativa. Lamentablemente, como autor no profundiza en nada de esto y se preocupa más por la generación de situaciones divertidas dentro de este contexto ciertamente atractivo.
Ahora bien, esta magnífica reivindicación de la veteranía en un mundo nuevo da señales de un director que, lejos de decir adiós, está demostrando la virtud de la experiencia. En este caso, la naturalidad con la que mezcla temas y recursos que parecen obsoletos (para poner un ejemplo en tres palabras: chistes de pedos) todavía tienen un recorrido, es la mejor manera de enfocar esta historia como una celebración más que como un homenaje nostálgico. Y esto, de verdad, también se agradece, sobre todo de un autor que siempre ha huido de las etiquetas y de las tendencias del momento.
Y por último, un llamamiento a la reflexión. Estaría bien preguntarse por qué un director consagrado como Takeshi Kitano está programado en la sección Noves Visions. Ahí lo dejo.